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Árbol

Carmen Reátegui



2002 – 2008

Video / 07:04'

Colección MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")

Carmen Reátegui
Árbol
2002 – 2008
Video / 07:04′
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio“)

VIDA, MUERTE, RESURRECCIÓN

GUSTAVO BUNTINX

  

La idea fue la imagen de la ausencia (nuestras ausencias).

El árbol estaba ahí, pero no era percibido.
Se le puso en valor y fue percibido, reconocido.
Había que celebrar porque había sido reconocido, un poco la metáfora del Hijo Pródigo.
Se celebró durante la festividad de Santa Rosa, con rosas.
Luego, ya podíamos conciliar porque ya había sido reconocido.

¿Cómo podríamos conciliar si no nos hemos reconocido?

(Carmen Reátegui)

  
La corrupción y la impunidad generalizadas parecieran condenar al Perú a la progresiva destrucción edil de todo lo que es valioso y hermoso en nuestro país. Como la alameda magnífica de árboles centenarios que el alcalde Pablo Gutiérrez del distrito limeño de Chorrillos ordenó mutilar hacia 1999, con un ensañamiento que a lo largo de quince cuadras dejó sólo muñones muertos aferrados al suelo.

Del rescate de esos restos Carmen Reátegui derivó en el 2002 una de las obras mayores de nuestros devastados tiempos: el impresionante árbol asesinado cuyos restos la artífice rescata y luego invierte para elevar a los cielos el clamor de sus raíces trastornadas en cáliz. O en kero, ese vaso ritual andino. Consagrado sobre un blanco pedestal rústico de travertino peruano.

Un memorial a la Tierra que agoniza.

A la tierra que renace. Una decisión crucial para la activación de esta obra ha sido el gesto incisivo de asociar su reconocimiento a los rituales de Semana Santa en la tradicional Plaza Mayor de Surco. También a las festividades mestizas del Día de Santa Rosa (en el Parque Universitario, como celebración) y del Día de los Muertos (en el cementerio popular de Nueva Esperanza, como conciliación). En cada una de esas Estaciones el Árbol de la Vida se colmó de ofrendas, populares y eruditas, devocionales y artísticas. Los intercambios simbólicos así gestados cargan un sentido poderoso de denuncia, pero además de reparación, de redención.

De Resurrección: Detente (Árbol de la Vida) era el título original de esta obra que desborda cualquier consideración estética para ofrecerse como una ofrenda espiritual y una reivindicación política. Místico-libidinal.

Místico-libidinal. No pasará desapercibida la pertinencia, religiosa y social, de que MICROMUSEO haya escogido precisamente esta obra como Pieza del Mes en el mes en que se conmemora el sacrificio impresionante de Sergio Guarisco Pozzi, asesinado el 29 de junio del 2006 (Día de San Pedro y de San Pablo) al intentar evitar la tala ilegal de un árbol magnífico en el castigado distrito limeño de Chaclacayo.

El suyo es un heroísmo de actualidad radical ante el horizonte terminal del planeta. Pero signos de esperanza afloran. Literalmente: las raíces mutiladas de esta otra planta mutilada empiezan a milagrosamente retoñar.

Vida, muerte, resurrección. 

Postdata

Una asociación libre, no buscada por la artífice, se moviliza tras otro hecho conmovedor: el signo crucial, dicen, para el hallazgo de los restos de los desaparecidos de la Universidad de La Cantuta fue el sembrío apresurado de un árbol invertido por parte de quienes intentaban tapar las huellas del enterramiento clandestino.

El azar, no existe.

Y el inconsciente traiciona la voluntad de ocultamiento.

Convirtiendo en señal lo que camuflaje se quiso.

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