PAISAJE PATRIO
2002
Técnica mixta sobre trupán (“chileno”) / 63.3 x 74.1 cm
Colección MICROMUSEO (“al fondo hay sitio”)
julio
2022
Luz Letts
Paisaje patrio
2002
Técnica mixta sobre trupán (“chileno”) / 63.3 x 74.1 cm
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
LA SIESTA PRESIDENCIAL,
LA HAMACA PATRIA,
EL GRAN SUEÑO PERUVIANO
GUSTAVO BUNTINX
En un rapto de peruanidad incontestable, MICROMUSEO publica esta pertinente PIEZA DEL MES a última hora, del último día de nuestras nacionales fiestas julias.
La imagen escogida —Paisaje patrio, de Luz Letts— es una pequeña obra maestra. También en sus ambivalencias. Una composición sugestiva por sus intuiciones políticas tanto como por sus materializaciones poéticas. Una faktura esencialmente gráfica de lo pictórico. Una transfiguración grisácea de lo áureo. Y una alegoría en la que lo simbólico se disgrega. Como en el tramado onírico que es no sólo su tema, sino sobre todo el sistema (des)constructivo de su emoción artística.
Un cuadro además histórico, pero sólo una vez expuesto.(1) Y con algún equívoco: aunque en esa retrospectiva se le adjudicaba la fecha de 2005, en realidad su realización data de tres años antes, como lo demuestran las referencias inscritas por la propia autora, bajo el título y la firma, en el reverso del soporte: “julio del 2002 / (días patrios) / lluviosos y fríos”.
Inscripciones de la artífice Luz Letts en el reverso de su cuadro
Paisaje patrio
Es interesante la insinuación reflexiva que asoma tras la objetividad aparente de la nota meteorológica. Como lo es la ironía luego inserta entre paréntesis tras la descripción convencional de los procedimientos plásticos utilizados: “técnica mixta sobre trupán (chileno)”. Un comentario lúdico a las paradojas de sentido generadas por la apertura del país a los mercados globales que contribuyeron, es cierto, a la expansión económica, pero asimismo a paradojas tanto culturales como pragmáticas. También para las artes, desafiadas por la accesibilidad nueva de informaciones y materiales trasnacionales.
Todo lo cual adquiría especial relevancia al momento de la culminación de este cuadro: eran las vísperas del discurso al Congreso con el que el (ahora prófugo) presidente Alejandro Toledo marcaba el primer aniversario del primer gobierno legítimamente elegido desde la neodictadura impuesta el 5 de abril de 1992 por Vladimiro Montesinos y Alberto Fujimori. Tras la euforia de las jornadas heroicas que en el 2000 derrocaron a ese régimen, el país despertaba a las responsabilidades arduas de la reinvención de su democracia.
No se avizoraba aún la continuidad de los avances económicos que redundarían en dos décadas de prosperidades inéditas para el país. Hasta que la pandemia y la corrupción clausuraron esa etapa singular de nuestra historia, asociando a “izquierdas” y “derechas” en un mismo ethos compartido de embuste ideológico y latrocinio fáctico.
La corrupción y el disparate político, iniciado con desvaríos aún anteriores, culminantes en el actual saqueo a mansalva del Estado y la cosa pública (res publica) que le da vigencia renovada —y extrema— a esta obra de Letts al cumplirse veinte años exactos de su creación. Un periodo de progresiva degradación de la imagen presidencial —y de la política en general— para llegar a las consecuencias abismales del presente.
Tales desenlaces no eran por entero previsibles en el 2002, sin embargo, y el mencionado despertar podía aún asociarse con algún ensueño, aunque en un tono ya escéptico. Tal vez por ello el sarcasmo todavía suave de la suave Siesta Presidencial que esta alegoría configura. El solemne personaje que, trajeado con toda formalidad y con la banda ejecutiva sobre el pecho, se nos ofrece sin embargo descalzo y despreocupado mientras dormita sobre la bandera nacional. Un pabellón convertido así en gran Hamaca Patria, sostenida por cuatro astas. Y despojado para ello del escudo, cuyos atributos esenciales —la vicuña animal, la quina vegetal, la cornucopia mineral— se desparraman más bien en el prado circundante. Con cierta armonía, pero de todas maneras desalojados de la emblemática oficial.
País / Paisaje: nuestras riquezas naturales paradigmáticas, devueltas así a la tierra en una sugestiva tensión entre la definición telúrica y la descripción heráldica de lo peruviano. Pero atención a cómo los laureles —invertidos— permanecen aún atrapados por la mano suspendida del Bello Durmiente. Que parece de esa manera aferrarse a la ensoñación de glorias eternas. Inmerecidas.
Y demasiado personales: no es éste el mítico Sueño de San Martín en Paracas, que le permitió al Libertador vislumbrar en el vuelo de las parihuanas los colores ansiados para la bandera nueva de la naciente república nuestra. Lo histórico y lo onírico y lo celestial articulados por la epifanía de esas “aves de leve plumaje” que, al elegante decir de Abraham Valdelomar, “se elevaron al cielo, perdiéndose en las nubes como en una infinita ansia de azul”.(2)
Ilustración escolar del cuento El sueño de San Martín,
de Abraham Valdelomar
El nombre científico de esos flamencos “peruanos”, por cierto, es Phoenicopterus chilensis. Lo cual introduce una asociación curiosa —aunque no deliberada— con la ya referida alusión irónica de Letts al “trupán (chileno)” que le sirve de soporte. Más significativo es cómo en el cuadro mismo aquel vuelo encendido hacia el futuro aparenta convertirse en una fuga alada de semblanzas obscuras. Inciertas, pero sobre todo sombrías. Con alguna insinuación incluso siniestra, exaltada por el contrapunto con las diminutas banderas tendidas a los extremos de la composición casi como en un enmarque paródicamente festivo. De la utopía onírica del Sueño (dream) de San Martín a la pesadilla goyesca del Sueño (¿sleep?) de la Razón que produce monstruos.
(Izq.) Detalle de Paisaje patrio
(Der.) Francisco Goya
El sueño de la razón produce monstruos
Grabado nº 49 de la serie Los caprichos /
1797 – 1799
Aguafuerte y aguatinta sobre papel verjurado, ahuesado /
/ 21.3 x 15.1 cm (huella) – 30.6 x 20.1 cm (papel)
Pero aquel letargo del entendimiento deviene acá el delirio de la vanidad.
Y de la codicia: es hacia el cuerno de la abundancia que pareciera apuntar, como sin quererlo, el único dedo suelto en la mano suspendida.
La vanidad, la codicia, también la desidia: la Siesta Presidencial puede además interpretarse, aquí literalmente, como dormirse en los laureles.
Mal habidos: “no hay políticos, hay ganadores de La Tinka”, explica ahora Letts en una frase que resume sus varias elaboraciones artísticas sobre el trastrocamiento del servicio a la polis en quehacer privilegiado de truhanes y aventureros.(3)
(Izq.) Luz Letts
La Madre Patria
2008
Colección particular
(Der.) Luz Letts
La Madre Patria II
2014
Técnica mixta sobre papel y MDF / 64 x 64 cm
Colección particular
“Trepadores”, como los que de hecho escalan los volúmenes generosos de la Madre Patria II (2014), modelada por Letts en las virreinales Vírgenes del Cerro. Una iconografía sacra colonizada en su versión primera (2008) por civiles y militares que sin distinción se aferran a sus respectivos “tronos”.
Nuestro arribismo degradante. Como el de los “paracaidistas” que en otro cuadro (El juego de las sillas, 2008) descienden desde una turbiedad de nubes sobre un número reducido de asientos, sólo uno de los cuáles ostenta el dorado de las tallas y la púrpura de los tapices destinados a las posaderas del primer magistrado.
Luz Letts
El juego de las sillas
2008
Técnica mixta sobre tela / 170 x 200 cm
Colección particular
Como la artífice señala en comentarios varios, el tema no es en sí original. Tampoco lo es del todo su metaforización. Ambos abrevan en el repertorio expresivo del hartazgo ciudadano que se generaliza en la sociedad, e incluso en otras trayectorias artísticas.(4) Pero lo sin duda personal e intransferible es el tratamiento formal con que Letts prodigiosamente inscribe a cada una de estas elaboraciones en un registro sensible muy suyo. Una melancolía pictórica. O mejor, una ironía melancólica que su arte resuelve en sutilezas plásticas seductoras.
También en tristezas. Toda esa grisura áurea, aurática, obtenida mediante la alquimia de geles acrílicos y témperas diluidas hasta lograr una superficie de reverberaciones luego intervenidas con grafismos al carbón. El resultado es una narrativa de miserias políticas poéticamente sublimadas desde el goce sensorial no sólo de la forma que las describe sino de su materialidad así transformada.
Su paradójica belleza, tan nuestra.
Las glorias que el arte erige sobre las desgracias de esta historia propia.
El Gran Sueño Peruviano.
(O su pesadilla).
Postdata
La necesidad de mantener el enfoque central de estas PIEZAS DEL MES en una obra específica impide que acá se aborden a plenitud la variedad de trabajos en los que Letts explora figuraciones afines. Pero algún señalamiento debe hacerse a la secuencia en que ella esporádicamente integra la emblemática patria al cuerpo —o a la indumentaria, o a la fantasía— ya no del mandatario sino del ciudadano mismo. Casi la víctima, forzada por los desmanes de la ideología y los desatinos de la política a redefinir la peruanidad en su propio ser. Resimbolizándola desde la vestimenta propia.
Luz Letts
El nudo rojo
1991
Técnica mixta sobre tela / 120 x 140 cm
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
Es el caso paradigmático de El nudo rojo, ese cuadro temprano que significó, como pocos, el trance terminal de la guerra incivil que estragó a la República de Weimar Peruana (1980 – 1992). Una extremidad que en la tela disloca los colores del pabellón nacional para simbolizar el estrangulamiento de la clase media en una corbata que retuerce sus tonalidades bermejas sobre los blancos enrarecidos de la camisa. Una bandera invertida. Con perturbadoras connotaciones otras: ofídicas, gordianas, patibularias. Míticas.(5)
Identidades trastrocadas por nuestra Violencia Grande, cuyo agotamiento, sin embargo, no alivia del todo las angustias personales ante la vulnerabilidad acezante de la llamada Promesa de la Vida Peruana (Jorge Basadre).
Todavía una generación después, en el 2008, Letts reinterpreta a un personaje similar configurando, otra vez con su camisa y mediante acrobacias sucesivas, el blanco faltante en tres hileras de estandartes entera y ominosamente rojos. ¿Son, acaso, los Saltos de bandera (precioso título) de quienes ponen aún el cuerpo para restablecer el color de la esperanza cívica en el horizonte totalitario de los tiempos? ¿O se trata de un exhibicionismo retórico, el nuevo simulacro de la política como calistenia y como espectáculo?
El ejercicio saltimbanqui de la democracia.
O de la peruanidad.
Extraviadas.(6)
Luz Letts
Saltos de bandera
2005
Técnica mixta sobre tela / 85 x 150 cm
Colección particular
Notas
1. El 2015 esta obra fue una de las dos prestadas por MICROMUSEO para la exposición antológica de Luz Letts curada por Manuel Munive en la Sala Germán Krüger Espantoso del Instituto Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA). El otro cuadro entonces proporcionado fue El nudo rojo, tela histórica de 1991 sobre la que me detengo en la postdata del actual texto.
2. Abraham Valdelomar, “El sueño de San Martín”, La Prensa, Lima, 28 de agosto de 1917. Esta narrativa fantasiosa, importa señalarlo, sería el origen tardío de la leyenda de la concepción onírica de la bandera peruana. Una ficción literaria moderna que en el Perú es popularmente asumida como antigua e histórica. Los poderes del arte.
3. Conversaciones con Luz Letts, julio del 2022. La alusión con nombre propio es a la lotería peruana más popular y cuantiosa.
4. Recuérdense, por ejemplo, los escarceos con el fetiche político del sillón presidencial en la obra de Cecilia Noriega-Bozovich. O las transfiguraciones de la emblemática patria en ciertos trabajos incisivos de Patricia Bueno, Gonzalo García Callegari, Gilda Mantilla, Eduardo Tokeshi, Moico Yaker, por citar sólo algunos ejemplos. Además, claro, de las connotaciones otorgadas por José Medina al hallazgo providencial de una Escobilla patria, un objet trouvé, un objeto encontrado en el momento y el lugar precisos.
Todo ello motivo de atención intensa en las colecciones y las reflexiones de MICROMUSEO, como lo evidencian los hipervínculos aquí insertos.
5. Para una lectura detallada de esta obra esencial, véase mi crítica publicada al momento de su primera exhibición (Gustavo Buntinx, “Fantasmas de la clase media”, La República, 15 de septiembre de 1991) y luego reproducida en esta plataforma web para nuestra PIEZA DEL MES correspondiente a abril del 2015.
Sobre la República de Weimar Peruana como categoría, véase Gustavo Buntinx, “El poder y la ilusión: pérdida y restauración del aura en la República de Weimar Peruana (1980 – 1992)”, en Gabriel Peluffo (coord.), Arte latinoamericano actual, Montevideo, Museo Municipal de Bellas Artes Juan Manuel Blanes, 1995, pp. 39-54. (Rep. en versión traducida al inglés en Gerardo Mosquera (ed.), Beyond the Fantastic, New Art Criticism from Latin America, Londres, Institute of International Visual Arts (INIVA), 1995. También, en versión bilingüe, en Sharon Lerner (ed.), Arte contemporáneo. Colección Museo de Arte de Lima, Lima, Museo de Arte de Lima (MALI), 2013.
6. Como complemento a estas líneas finales, léanse las que en el 2002 —el mismo año del Paisaje patrio— acompañaron a la instalación de Luz Letts en la III Bienal Iberoamericana de Lima: Gustavo Buntinx, “El azar como destino”, en Tercera Bienal Iberoamericana de Lima, Lima, Centro de Artes Visuales, Municipalidad Metropolitana de Lima, 2002, p. 150. El título de ese texto fue luego asumido como el de la propia obra allí analizada.
Al respecto, véase también: Víctor Vich, “La violencia, la dictadura y la globalización: arte y política en el Perú contemporáneo”, en Poéticas del duelo. Ensayos sobre arte, memoria y violencia política en el Perú, Lima, Instituto de Estudios Peruanos (IEP), 2015, pp. 179-229, esp. pp. 207-210.