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DIRECCIÓN

Luz María Bedoya



2006

Video (versión web) / 04:47'

Colección MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")

Diciembre

2023

Luz María Bedoya
Dirección
2006
Video (versión web) / 04:47′
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)

PREVIO

Hace doce meses, el Perú ingresó al 2022 incendiado por pulsiones tanáticas, de todo signo. Hoy transita a un nuevo Año Nuevo sofocado aún por la opacidad de las cenizas de aquellos fuegos, no importa cuán extintos. La incertidumbre pareciera ser nuestro único horizonte perdurable. Y ante esas brumas tal vez los vislumbres más intensos sean los ofrecidos por las poéticas, antes que por las políticas. Aquellas creaciones, claro, que eluden cualquier ilusión doctrinaria para contemplar, en cambio, la Verdad del Arte: la complejidad y contradicción de las que estamos hechos. Como espíritu y como materia. Y como comunidad irresuelta. En la poiesis y en la polis.

Es desde ese tristérrimo saber reflexivo, anciano, que MICROMUSEO escoge para esta última Pieza del Mes, en el último día del 2023, el video Dirección de Luz María Bedoya, realizado hace casi dos décadas. Una obra esencial pero muy anterior, que en nada pareciera relacionarse a los sucesos puntuales antedichos.

Pero en todo los ilumina.


QUO VADIS

GUSTAVO BUNTINX

Tras su apariencia ínfima, el video Dirección, de Luz María Bedoya, propone varias calas sugestivas. Desde la sencillez aparente de una muda ironía sobre la legendaria tradición limeña de ofrecer direccionamientos callejeros con alambicamientos innecesarios. Y sin conocimiento cierto. El despiste como una de las artes mayores de nuestro barroco proverbial, popular. El desnorte, el desoriente… Todo en clave de sesgada alegoría sobre los extravíos de la llamada identidad peruana. ¿Nadie sabe dónde está parado?

Pero en esta producción del 2006 subyace además una voluntad de forma. Artística. Y una estructura de sentimientos. Melancólica. Acentuadas ambas por la decisión crucial de mantener silente el registro final, obtenido de manera subrepticia. Y paradójicamente exaltado por la  “mala calidad” de la imagen: sobre todo en su versión web, la resolución disminuida exalta el sentido de la obra y la hace más significativa que el “original” supuesto.

Esa condición borrosa está inscrita en la propia técnica escogida. Como testimonia la propia autora, el video “fue filmado con una cámara de fotos, lo cual me permitía por un lado ser mucho menos intrusiva (llevaba la cámara […] a la altura del estómago mientras preguntaba direcciones a los transeúntes), y por otro lado me permitía des-identificar a los personajes, retiraba énfasis al ‘retrato’ y quizás ponía el acento en la gestualidad de la indicación, que era lo que me interesaba. De modo que la diferencia entre la versión ‘original’ y la otra, la que circula, queda principalmente en el discurso…”. (Correspondencia electrónica con Gustavo Buntinx. Lima, 04 de septiembre del 2007).

Aquella diferencia es también artística. Más allá de lo hasta acá consignado, y con alguna excepción residencial (01:00’…), o marina (01:06’…), este video se ofrece como un registro casual (¿entre comillas?) del arte povera sugerido por las calles limeñas: siempre descuidadas, polvorientas siempre, con sus aceras rotas y jardines sedientos.

El escenario urbano de nuestras tristezas. Desde las que, sin embargo, asoman connotaciones estéticas. En las situaciones capturadas, sin duda, pero sobre todo en la mirada (oculta) que las cautiva.

En el enmarque preciso de los interlocutores enfocados entre postes o puertas, verbigracia (03:29′, 03:33’…). O en la curiosa sincronía de lo que parecieran coreografías rimadas por la gestualidad de los informantes (01:32’…). Y en el contrapunto expresivo entre ese repertorio vivo y las texturas arquitectónicas de ciertos muros, casi informalistas en su abandono (00:01′, 00:29′, 02:14′, 02:46′, 03:05′, 03:45′, 04:31’…).

Pero, atención asimismo a los juegos del azar objetivo. La interferencia (¿deliberada?) de algún arbusto (01:41′). O (¿casual?) de un microbús —dos veces (dos: 00:34′, 04:42′).

Rasgos, sesgos, que con el tiempo van adquiriendo la condición de una pátina. O una involuntaria marca de época. Como la fecha de estos registros: el 2006, a no olvidarlo, fue la víspera del lanzamiento del primer iPhone. Con la revolución que ello implicaría para el acceso a las tecnologías digitales de captación de imágenes. Y de la propia geolocalización: habituados ya a las facilidades de Waze, o de Google Maps, hoy aflora cierta extrañeza ante el despliegue de intercambios como los que con tanta naturalidad acopiaba este video, hace apenas algunos años.

Sin embargo, no ha perdido un ápice de vigencia la emoción así atrapada. Esa sensación, tan peruviana, de andar siempre en pos de una dirección. Que nos es siempre esquiva.

A la deriva, algo perdidos.

Nuestro Gran Extravío.

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