[DUELO EN PARÍS]
1968
Tinta sobre papel / 5.6 x 10 cm
Colección MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")
octubre
2024
Cristina Gálvez
[Duelo en París]
(ambos lados)
1968
Tinta sobre papel / 5.6 x 10 cm
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
PREVIO
GUSTAVO BUNTINX
Tal vez uno de los retos más incisivos
(no el único)
para la recuperación de un proyecto genuinamente crítico
en el arte contemporáneo sea legitimar de nuevo en él
una posibilidad de contemplación.
A veces ensimismada.
La introversión.
Un aire de personalidad.
Un aura de subjetividad,
de intimidad, incluso.
Para articular así al arte, otra vez,
con las emociones más esenciales.
El amor, claro, o el deseo.
O los llanos sentimientos.
Por momentos, el sentimentalismo mismo.
Pero, sobre todo, el dolor.
También el duelo:
esa ansiedad por la pérdida,
que es además la conciencia de la muerte
que nos acecha y nos habita,
como a ninguna otra especie.
Hasta el punto de definirse en ella la condición humana.
Y su urgencia simbólica.
A esta pulsión expresiva,
y a las melancolías que ella a veces procesa,
MICROMUSEO vuelca ahora su atención
al escoger para su Pieza del Mes,
una obra que parecerá desconcertante
por su condición en tantos aspectos “menor”.
Apenas un papelillo,
con apenas algunos bosquejos y anotaciones,
en apariencia inconexos.
Esos trazos repentistas,
sin embargo,
esos “garabatos”,
son de CRISTINA GÁLVEZ,
una de las artífices peruanas
de mayor intensidad y carácter.
Con arrebatos expresivos
que estos dibujos mínimos ponen en pausa.
O acallan.
Al punto de exigir una comprensión distinta.
Sensible, afectiva.
Y próxima a lo más vivencial de su existencia.
Es por ello que hemos solicitado
una lectura personal de estos apuntes
a ÁNGEL VALDEZ,
cuyas cercanías al tema,
y a Cristina misma,
se hacen evidentes en el texto suyo
que a continuación publicamos.
Emocionados.
[ Valdez, por cierto, es uno de los artífices
que mayores definiciones ha aportado
para ciertas transformaciones decisivas
de la plástica peruana en las últimas décadas.
Aquéllas asociadas al (neo)barroco, por ejemplo.
Y a la recuperación de la búsqueda espiritual en el arte.
Al respecto, véase Teodicea,
el libro que acompañó a su retrospectiva,
curada hace cinco años por MICROMUSEO
en la Sala Germán Krüger Espantoso
del Instituto Cultural Peruano Norteamericano.
También la anterior Pieza del Mes que le dedicamos
a dos obras suyas en enero de este mismo año ]
Herman Schwarz
Cristina Gálvez en su taller de Miraflores
ca. 1978
Fotografía analógica en impresión de época
ETÉREO PESAR
OXÍMORON
PARA CRISTINA GÁLVEZ
ÁNGEL VALDEZ ROSALES
“[N]uestro duelo está vinculado
con nuestro morir,
con nuestro deterioro.
El duelo por un ser amado es la nostalgia,
el dolor de no tenerlo más
—Never more—
y así pasamos nuestra vida,
despojándonos de aquello
que nos fue una vez querido”
Cristina Gálvez
(cit. en:
Jorge Villacorta, et al.
Cristina Gálvez
Lima: Centro Cultural
de la Pontificia Universidad Católica del Perú
2009. p. 37)
— I —
PREÁMBULO INEVITABLE
Nuevamente llegan a mí los trazos de mi maestra. Esta vez Gustavo Buntinx me incita compartiendo conmigo una obra, en apariencia ínfima, de la colección de MICROMUSEO. En realidad, “apenas” unos tiernos apuntes en tinta realizados por Cristina Gálvez (1916 – 1982) sobre ambos lados de un diminuto papel estraza. Escenas nostálgicas de cualquier rincón que contrastan con aquel convulso Paris de 1968 donde, es muy probable, se plasmaron. Pero, sobre todo, contrastan con el tono exuberante en la inmediata producción anterior de la artista, como luego explicaré.
Durante esa estadía en Europa Cristina estaba aún de duelo por la muerte de su amado Pierre Wolff, acaecida el año anterior en Lima. En Francia vivieron juntos, varios años, y ahora ella volvía sola para resolver asuntos de herencia, tal vez también por nostalgia. Apenas unos meses antes de su llegada a París ocurrieron las grandes revueltas juveniles que conmocionaron a toda nuestra generación. Pero no a estos esbozos.
Cristina Gálvez y Pierre Wolff
frente a la escultura La garza en el taller de la artífice
Miraflores, Lima, 1965
Fotografía analógica en impresión de época
Archivo Cristina Gálvez
(Fotógrafo desconocido. Imagen publicada en el catálogo
de la exposición retrospectiva de Cristina Gálvez
curada en el 2009 por Jorge Villacorta y acogida
por el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú)
Aunque en ellos no se consigne el año de su realización, me atrevo a datarlos en esa segunda mitad de 1968, por razones tanto estilísticas como biográficas. He estudiado muy de cerca los diarios personales de Cristina que abarcan desde 1959 hasta un par de meses antes de su muerte, acontecida en febrero del año 1982. En el 2015 Jimena Mora, actual custodia de esos cuadernos, me solicitó que los trabajara, sin saber que yo había sido algo más que su alumno.
Al inicio mi tarea consistió en transcribir la alambicada caligrafía y traducir los textos. Luego me incorporé a un proyecto mayor: esos diarios impulsaron a un equipo de personas a llevar a cabo tres muestras en el 2016 como homenaje a Cristina al cumplirse cien años de su nacimiento. Yo fui el cocurador de una de ellas, en la que también participé como artista expositor. Lo asumí como un reencuentro. Cristina había sido mi amiga y más. Ella absolvió mis dudas vocacionales y mis temores adolescentes.
Como diría Gustavo, “el azar no existe”.
— II—
“SOY COMO UNA LLAGA VIVA”
(Diario de Cristina Gálvez – 23 / 08/ 1968)
Cristina dibujaba con ternura y frenesí. El nervio en el trazo y la agudeza de la línea me confirmaron de inmediato la autenticidad de los bosquejos conservados por MICROMUSEO. Su caligrafía me resulta muy familiar gracias a la formación recibida en su taller y a los diarios suyos que tuve en mis manos. Casi todo en ellos se encuentra redactado en francés, pero de tanto en tanto irrumpen algunas frases en castellano. Expresiones a las que ella buscaba otorgarles así un énfasis especial: “Soy como una llaga viva”, escribe en español tras una descarnada reflexión acerca de su duelo personal. Está fechada en París, el 23 de agosto de 1968 y es lo último que consignaría en aquel año. Sus siguientes anotaciones serán ya en Lima el 01 de enero de 1969. Cristina pasó casi todos los Años Nuevos subsiguientes a la ausencia de Pierre escribiendo, sola y ajena a cualquier celebración, en su casa taller de Miraflores.
Pierre murió en julio de 1967. Apenas unos meses antes Cristina culminaba una secuencia de dibujos con el título general de La joie de vivre (La alegría de vivir), que ahora hacen parte de la colección del psicoanalista Saúl Peña, persona muy cercana a nuestra artista. Los breves apuntes parisinos que motivan esta reflexión, y el grupo de ilustraciones vivificantes mencionado líneas arriba, tienen similitud entre sí, por ello me permito ubicarlos en el mismo periodo. Pero entre la gozosa serie peruana que vibraba con el deseo de vivir y las fugaces figuras solitarias capturadas en las calles francesas ocurre la muerte de su pareja. Empezaba así un periodo en el que el mundo de Cristina se inundó de desolación. En la calma de los aquí retratados emana la pérdida reciente del amor de su vida.
Cristina Gálvez
La joie de vivre
1967
Lápiz sobre papel / 21.5 x 30.5 cm
Colección Saúl y Luise Peña, Lima
Cristina Gálvez
[Duelo en París]
(ambos lados)
1968
Tinta sobre papel / 15.6 x 10 cm
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
Ella no intentó trascendencia alguna con estas sucintas capturas de la vida ordinaria. Simplemente reflejó los acontecimientos de su entorno, buscando algo de consuelo para su melancolía. En lo efímero de la escena encontró razones para seguir con vida, malherida pero viva. El recuerdo del abrazo agónico con Pierre no la dejaba tranquila, lo describe con reiterado énfasis en sus diarios. El río de la existencia la arrastró fuera de su cauce y procuraba recobrar al menos una de sus orillas con estos apaciguadores momentos de observación. Como si el sosiego de los otros le permitiera encallar en algún remanso.
Cristina Gálvez y Pierre Wolff en la playa
1962
Fotografía analógica en impresión de época (izq.),
y en negativo digital (der.)
Archivo Cristina Gálvez
(Fotógrafo desconocido. Imagen en positivo
publicada en el catálogo
de la exposición retrospectiva de Cristina Gálvez
curada en el 2009 por Jorge Villacorta y acogida
por el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú)
— III —
DOS EDADES DE LA VIDA
Cada lado del papel que da motivo a estas líneas registra una edad de la vida. En el primero vemos tres mujeres sentadas y una de pie. Entre aquéllas hay una que se balancea en una mecedora. Todas son de avanzada edad. Se suceden los perfiles y los ángulos en tres cuartos. Nos muestran a las retratadas en diferentes actividades: leyendo, cosiendo o tejiendo.
Cristina Gálvez
[Duelo en París]
(lado A)
(página completa y detalle)
1968
Tinta sobre papel / 15.6 x 10 cm
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
En la parte superior aparece un apelativo escrito de puño y letra: “Blanc Drouant”, la marca de un costoso vino francés. El texto precisa además una locación: se trata del 11 bis de la Rue Vignon en el 8vo “arrondisement” (barrio circunvalar) de Paris. La pequeña calle lleva el nombre del arquitecto de la emblemática Église de la Madeleine (Iglesia de la Magdalena, la mujer que llora). En la dirección consignada existe un restaurante, “Le Select Vignon”. También, desde 1927 y hasta el día de hoy, la óptica Louis Lafont, reconocido fabricante de gafas cuyos herederos han extendido su negocio por el resto de Europa. Pienso en los anteojos que Cristina solía usar, de manera tan distintiva.
Cristina Gálvez
[Duelo en París]
(lado B]
(página completa y detalle)
1968
Tinta sobre papel / 15.6 x 10 cm
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
En el reverso del mismo papel apreciamos siete pequeños dibujos de niños y un garabato irreconocible. Podemos afirmar que uno de los personajes es femenino porque lleva un vestido mientras que los otros aparentan ser, más bien, varones. La mayoría está en cuclillas, pero hay uno que se encuentra de pie, vestido con pantalón corto. Entre las frases escritas aparece una traducible como: “3 cm de largo y bisel largo”. ¿Indicaciones para una lente, para un espejo, para un marco?
Cristina vuelve a identificar el lugar: “9, Rue St André des Arts”. Allí funcionaba una empresa inmobiliaria fundada el año 1957 y cuya sede matriz se halla en la región de Alsacia, lugar de nacimiento de su marido. La anotación podría hacernos pensar que se estaban haciendo transacciones vinculadas a los trámites de la herencia. También se mencionan dos fechas (“6 / 10 a 7 / 10”). Éstas coinciden con su estadía en la Ciudad-Luz. Y la ubicación nos sitúa al otro lado del Sena, en el Quartier Latin (Barrio Latino), célebre por su carácter bohemio.
El dibujo pareciera mencionar aún otro nombre —¿o es un estado de ánimo?— que no deja de ser significativo: “Gentile”.
— IV —
DIARIOS
La versión original de estas anotaciones mías está escrita a mano. Es, para mí, la forma más amable de generar textos que involucran mis afectos y emociones.
Al igual que Cristina he mantenido la costumbre de relatar mi vida en cuadernos en los que se alternan escritos y figuras. Recuerdo los preciosos apuntes que ella exhibió en la galería Fórum a su regreso de un viaje por la India (1979).
Cristina Gálvez
Viaje a la India
1979
Tinta sobre papel /
/ 17 x 10 cm (izq.) / 10 x 10 cm (der.)
Colección privada, Lima
Después de cinco años (1975 – 1979) concurriendo en doble horario al taller de dibujo de Cristina tuve que ausentarme por un largo periodo. Primero, debido a una prolongada enfermedad que me retuvo en cama durante siete meses. Después de la convalecencia, motivado por las ansias de vivir, partí al Callejón de Huaylas para incorporarme a un taller de cerámica que unos alemanes habían creado en la localidad de Taricá. A fines de 1981 me vi obligado a abandonarlo porque un organismo estatal de “desarrollo” lo capturó y desmanteló por completo en cuestión de días. Regresé a Lima con algo de mi producción que pude vender en las ferias navideñas realizadas, de manera informal y precaria, en el parque Kennedy de Miraflores. En esa ocasión pasé a saludar a mi maestra en vísperas del Año Nuevo.
Tuve que precipitar una nueva partida debido a un pleito con mi padre. En enero de 1982 fui capturado por la policía en la ciudad de Chiclayo, donde purgué una condena de veinte meses. No pude despedirme de mi maestra. Me enteré de su fallecimiento por una carta de mi madre, acompañada de un recorte de periódico. Era la columna escrita por mi otro mentor entrañable y amigo eterno, Luis Jaime Cisneros. Un obituario para Cristina publicado en el diario El Observador, que él dirigía.
Evocación de Cristina Gálvez
publicada por Luis Jaime Cisneros
en el diario El Observador
poco después de su tránsito
Lima, febrero de 1982
(Recorte adherido a los diarios personales
de Ángel Valdez)
Sólo pude escribir una carta, sin ninguna posibilidad de envío. Y dibujar lo que veía alrededor —en mi entorno carcelario— para enjugar la tristeza que me empañaba.
Fui entonces, yo también, “como una llaga viva”.