Haciendo hueco
(Hundiendo Lima)
2010
Video / 155:33’
(Sinopsis de 13:25’)
Colección MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")
Giancarlo Scaglia
Haciendo hueco
(Hundiendo Lima)
2010
Video / 155:33’
(Sinopsis de 13:25’)
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
EL SOCAVÓN DE LA HISTORIA
“Parecen huaqueros abriendo tumbas en el lugar de ver las cosas con mayor objetividad”, clamaba Ántero Flores Aráoz en el 2003, esgrimiendo un término alusivo en el Perú a la profanación y saqueo de cementerios prehispánicos. El entonces congresista caricaturizaba así las rigurosas investigaciones iniciadas por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) para exorcizar los traumas de las violencias extremas que desbocaron al país durante las dos últimas décadas del siglo XX.
Siete años después, quizá sin proponérselo, Giancarlo Scaglia subvierte la intencionalidad sesgada de esas declaraciones al tornarlas demasiado literales. Y profundamente metafóricas al mismo tiempo: es sólo en apariencia una tumba vacía la que él excava de manera tan ardua en el suelo de su propio taller. Una acción capturada con toda frialdad por el registro ‘objetivo’ de la cámara fija. Ese video sería apenas editado mediante la supresión de los necesarios descansos musculares del artífice. Elipsis que no alcanzan a la banda sonora, obtenida por el micrófono abierto a los sonidos de la faena pero también a ruidos callejeros, sirenas, algún ladrido, indicaciones breves de los responsables de la filmación (siempre invisibles).
El resultado es un documental ‘verista’ cuya sobriedad impecable acentúa el drama tácito de la situación. Como en la violencia contenida de las tomas primeras, cuando Scaglia calmadamente quiebra con un mazo impresionante la gruesa losa de cemento pulido, que luego punza con una barreta para abrirle paso a la pala y acceder así a la tierra. Que será entonces escarbada durante más de cuatro horas, sin propósito aparente alguno, hasta ocultar al propio artífice en el hueco de su acción. Que es, claro, el de nuestra historia.
Reprimida: ya Freud ha precisado las íntimas asociaciones entre las figuras del enterramiento y las de la censura, marcadas ambas por cierta ominosa condición de latencia (unheimlich). Lo antiguamente familiar pero luego oculto y negado que, sin embargo, retorna siempre a perturbarnos mediante transfiguraciones de ambivalencia inquietante, incluso siniestra.
Como el pasamontañas que aquí desplaza la identidad del performer hacia la del imaginario terrible de nuestras conflagraciones recientes, asociando su accionar a los victimarios tanto como a las víctimas. O el uniforme ‘buzo’ ─entre deportivo y militar─ que no logra cubrir del todo la corporalidad revelada por el esfuerzo físico.
Y espiritual: tal vez la tensión mayor se manifiesta durante esos interminables minutos finales en que la imagen parece estática por la profundidad del hueco que invisibiliza ya del todo al artífice. Como la historia oficial esconde a sus cuerpos negados. Pero el rumor subterráneo evidencia la continuidad de la labor. Tanto más ominosa por la quietud que entonces adquieren esas tomas. Y por la densidad en la obertura de la que sólo por momentos emerge un atisbo de los brazos elevando la pala para expulsar con ella la tierra. Montículos que ya configuran un cerro, acaso una cordillera, en el taller así transfigurado.
El impecable taller albo, sugerido así además como el utópico ‘cubo blanco’ de la galería modernista. Es también la pulcritud de esa abstracción ilusa ─nuestra modernidad irresuelta─ la que esta acción perturba, enturbia, con una insinuación telúrica. Y raigalmente política: Hundiendo Lima es el subtítulo de la acción. Y Haciendo hueco es el título principal, en una condensación de sus sentidos más inmediatos hacia precipitados ctónicos, cósmicos, míticos.
Atención al momento decisivo (35:10’) en el que Scaglia se introduce entero en la fosa incipiente para desde allí ir hundiendo su cuerpo al seguir ahondando el vacío, colmándolo así de sentidos. En silencio, sin prisas, casi sin pausa. Como las tantas víctimas forzadas a cavar sus propias tumbas. Anónimas: es inevitable la asociación de estas imágenes con las desapariciones aún sin cuenta de nuestra guerra incivil.
Pero atención también a la condición alegórica de este hiperrealismo presencial. Lo que aquí se entierra y exhuma, en el mismo gesto, no es tan sólo el cuerpo puntual del victimado, tan solo (la importancia de las tildes), sino la historia misma que nos victima a todos: asesinos, asesinados, sobrevivientes. E incluso aquellos que se piensan intocados. Arrojados todos a la fosa común por las políticas del olvido.
“Deberíamos cavar un hueco y enterrar el pasado”, exclamaba en 1998 Hun Sen, el Primer Ministro eterno de Camboya, pretendiendo eludir el procesamiento del genocidio sufrido por ese país bajo el fascismo comunista del Khmer Rouge. Nada podría describir mejor el procedimiento opuesto ensayado por Scaglia. Excavar la memoria desde su materialidad más esencial y primera, la de la tierra misma, sepultada por el concreto de nuestra (post)modernidad amnésica.
Y hacer de esa historia un socavón.
(Gustavo Buntinx)