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PARECE QUE VA’ LLOVER

Juan Javier Salazar



CENTRO CULTURAL DE LA MUNICIPALIDAD DE MIRAFLORES
Lima – Perú

EXPOSICIÓN (Curaduría: Gustavo Buntinx)

23

12 de marzo
24 de marzo
1990

SUEÑOS HÚMEDOS<br />(Ensayo curatorial)<br />Gustavo Buntinx


Gustavo Buntinx

SUEÑOS HÚMEDOS (*)

(Ensayo curatorial) (1)


Juan Javier Salazar (Imagen) / Gustavo Buntinx (Texto)
Parece que va’ llover
1990
Offset sobre papel
(Diseño: NN AC-falo [Alfredo Márquez] /
/ NN PP-lucho [José Luis García])
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)

A Tito.
Que llueva también en ti
y en ese lugar incierto en el que te encuentras.2

 

El 21 de mayo de 1879 se libró el Combate naval de Iquique que Grau venciera con inteligencia y mucha humanidad. Ese día, cien años después, se celebraba la ceremonia en un cambio de poder más, de un gobierno más. Se desfiló y discurseó y pusieron esos curiosos arreglos florales que suelen ponerse en los monumentos. Pero esa noche un chofer borracho se estrelló contra el monumento. Y yo pensé:

por   q u é    n  o     m a    n e    j a   b a     y  o      e      s    e       c     a       r     r     o    o     o…

 

†          †          †

 

A un mes de las elecciones, el fantasma de la sequía nos asola. Pero el más profético de nuestros artistas mide la presión atmosférica y arriesga un pronóstico: “parece que va’ llover”. Es el título de la muestra con la que Juan Javier Salazar hurga por el sentido ecológico de la pintura, que es también el de la política. El país está fregado porque se maneja desde una ciudad donde hace veinte años que no llueve. Y los gobiernos se parecen al clima. Hay que hacer algo para exorcizar esta situación.

Reportes periodísticos de las manifestaciones religiosas
motivadas por la gran sequía  de 1983.
Diario Expreso, Lima,
marzo de 1983

Hacer algo. Desde lo que somos, en lo que estamos: pe-que-ños-bur-gue-ses-i-lus-tra-dos en los bordes de una cultura andina que libra su batalla final, de tantas híbridas maneras. Montar una ambientación contra el medio ambiente es una forma de engancharnos a ese proceso sin renunciar del todo a nuestra condición, heredada e inevitable.

Utópico. Pero la vida imita al arte. Pensada hace más de un año, esta muestra coincide ahora, sin cálculo previo, con un ominoso signo de los tiempos: en plena temporada húmeda, los ríos corren secos. Hoy mismo (la televisión me lo acaba de corroborar) en todos los apus y huacas del país los campesinos preparan ofrendas propiciatorias. La energía concentrada de miles de sacrificios superpuestos. Parece que va’ llover procura ser uno más de ellos, un “pago” más. Con la importante peculiaridad de que se lleva a cabo en Miraflores y en un contexto galerístico.

El templo mismo de esa sacralidad desvirtuada (algunos dirían prostituida) que llamamos Arte.

 

†          †          †

 

A una situación de por si desesperada, Salazar introduce un elemento adicional de tensión e incertidumbre. Pero también de esperanza.

Más que una exposición se trata de hacer algo para que llueva. Los jóvenes deben tratar de hacer milagros, no de venderle cuadros a millonarios. Reunir para ello no cuadros sino objetos y desechos; polos, grabados, murales y videos; animales vivos y de los otros… Un conjunto que pone a prueba los límites de la definición artística.

Pinto un poco, pero no me limito a hacer pintura. Hacer objetos que valen la pena, completar el universo. ¿Cómo soslayar el riesgo evidente de mistificación? Pero tras él asoma una requisitoria importante contra aquel modernismo que separó al arte de la vida, imponiéndonos a cambio un reino falaz de libre creatividad donde finalmente imperan las brutas leyes del mercado. Trabajar barrio por barrio para generar un mercado intermedio y producir la interacción entre la gente misma y el artista de la que surgirá, tarde o temprano, un arte más próximo a la vida.

 O a la ilusión que ese nombre lleva.

 

†          †          †

 

Tomarle el pulso artístico a la vida implica exhibir menos para significar más. Una opción que nunca fue bien entendida por nuestro medio, habituado a la actividad plástica de ritmo comercial. También significa reivindicar el valor de uso de las obras por sobre esa formalidad reluciente en la que se pretende justificar el valor de cambio. El rubor de las cosas mal hechas te da una sensación más fuerte que el triunfo. El rubor de lo “mal hecho”, de lo “hecho en casa”, el “arte doméstico”, contra esa ostentación vacía del oficio que los poderosos consagran por ser la imagen invertida de una realidad que sienten demasiado precaria. Un país donde no hay una sola vereda terminada, pero en las exposiciones todos los cuadros parecen sacados de la lavandería.

Exhibir entonces no la obra acabada sino los tanteos y sus restos, lo inconcluso y lo deteriorado. Valorar así el concepto y el uso. Categorías (casi) invendibles en las que la obra se aparta de la pura visualidad para acercarse a nuestras existencias contaminadas. Ya lo reconocía el propio Juan Javier en su exposición anterior: la muestra es triste y es frágil, como la vida que cada día es más cara pero cada vez vale menos. Como la ilusión perdida en esa idea establecida de modernidad cuyas promesas comienzan a derruirse sin haber llegado a ser realizadas. La vera imagen de nuestro país a la deriva.

Bien lo podría describir el otro Gonzalo (Portocarrero): la ruina prematura de algo nunca concluido.

 

†          †          †

 

Pocos como Salazar pueden dar un sentido personal y optimista a esta melancolía. Tras asumir artísticamente la gran esperanza socialista de nuestros finales años setenta, le tocó contemplar el desbande generacional, la emigración, el olvido. Descubrió entonces la alternativa de criar conejos en Cieneguilla, sembrar choclitos. Ritualizar al país desde un rincón. Cualquier rincón, y sobre todo ese penúltimo resto de la frontera verde de Lima que los Israelitas del Nuevo Pacto escogen para reconstruir el orden agrario perdido; el “agropoder“. Esperan al Mesías que vendrá a salvarnos en la forma de un nuevo Inka salido de la Selva, del Gran Paititi. Mañana.

Juan Javier Salazar
Mañana (Amaru)
ca. 
1986
Diseño para estampados textiles y gráficos

“Mañana” es el lema que Juan Javier hace estampar en las camisetas con el gran amaru, la serpiente de grandes colmillos que se muerde la cola anunciando la reversibilidad cíclica de nuestra historia. El pacha-kuti, el voltear-del-mundo. Más abajo, el wamani, el dios tutelar literalmente en-cerrado: late en el interior de los cerros. En otras versiones Salazar lo interpreta agitando un par de maracas: El animante, el que despierta a las almas. Como en aquellas imágenes andinas donde se representa a los muertos bailando con sonajas y flautas, para invitar su retorno a la superficie de la tierra y propiciar así las lluvias.


Juan Javier Salazar
El animante
1986
(Izq.) Pintura sobre madera, mecanismo metálico de movimiento (versión 2008)
(Der.) Serigrafía sobre papel / 70 x 90 cm

Vista de las pieles e imágenes del Náufrago
en la exposición Parece que va’ llover, de Juan Javier Salazar
1990
(Fotografía: Gustavo Buntinx)

Las pieles de cabra corren en ese igual sentido: son demonios y difuntos al mismo tiempo. Pero en esta exposición adquieren además otras connotaciones. “Artísticamente”, actúan como una parodia salvaje del expresionismo triunfante que entre nosotros engalana sus “monstruos“ y ensaya el lujo. (Contra la fría inaccesibilidad del objeto-de-contemplación-pura, la intimidad tibia y utilitaria del pie-de-cama). “Políticamente”, nos recuerdan que el voltear-del-mundo es también la inversión simétrica del orden dado. Sincretismo expresado del modo más austero posible por ese pellejo en forma de un Perú invertido que exhibe su pelambre animal, su lado terrible y reprimido.

¿La historia vence al mito o el mito a la historia?

 

†          †          †

 

La historia se integra al mito, así como la historieta del país oficial a la mitomanía de su discurso electoral. (Las promesas que en diez años nos han llevado del millón de empleos al millón de vasos de leche al millón de despedidos, para desembocar soterradamente en el millón de muertos que hoy algunos señalan como un costo social necesario). Perú, país del mañana: proyecto para hacer un mural, cuando tenga el dinero, mañana. Intervenir una burda lámina escolar para que nuestros presidentes se pasen entre sí la más peruana de las palabras, convenientemente englobada al estilo pop achorado. La primera versión del trabajo se expuso hace nueve años y quedó desde entonces gloriosamente inconclusa: un comentario sardónico a las ofertas electorales de 1980 (los comic-ios), pero también a la consecuente pérdida de horizontes radicales en determinados sectores.

Juan Javier Salazar
Perú, país del mañana
(Proyecto para hacer un mural,
cuando tenga la plata,
mañana)

1981 (retocada en 1990)
Pintura sobre madera contraplacada (triplay) / 240 x 840 cm
Colección MICRO0MUSEO
(“al fondo hay sitio”)

En la circunstancia similar que hoy vivimos Juan Javier retoca esas ya raídas figuras sin alterar las señales de su deterioro (su historia como obra) pero añadiéndoles una gigantesca bandera con deliberada torpeza: el chorreado gestual salpica de pintura roja las efigies de los mandatarios. Una garúa de sangre que es la huella de esta amarga década.

Y tal vez una ofrenda.

 

†          †          †

 

Ante la crisis de imaginación en la política formal, Salazar nos sugiere la potenciación artística de la utopía. La lluvia como alternativa al baño de sangre. Un ritual de resurrección (de los cuerpos) y de renacimiento (del orden natural y social postergado).

Sueños húmedos en toda la plenitud erótica, vitalista, del término. Pero con esa carga adicional e involuntaria que siempre acompaña a las emisiones nocturnas, a las fantasías oníricas.

Juan Javier Salazar
Ñoba ritual
1984 – 1985
Offset y relieve a calor sobre papel
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)

Juan Javier Salazar
Náufrago
1986
Tinta sobre madera triplay recortada /
/ Medidas variables

Inundaciones provocadas  en el Perú por el fenómeno de El Niño en 1983
Fotografía publicada en la revista Caretas, n. 740, Lima, 21 de marzo de 1983

La opción por el agua es muy reveladora, dada su profunda ambivalencia simbólica: la sustancia esencial y devastadora al mismo tiempo. Aún más significativo es que esta obsesión líquida marque a fuego la trayectoria de Juan Javier, hasta en las denominaciones que él escoge. Originalmente integró el legendario taller Huayco E.P.S. y en 1985 exhibió su Ñoba [baño] ritual. Ahora Parece que va’ llover debe ser vista como la expresión temporal de una propuesta mayor. Frente a la sofisticada ofensiva de eso que llaman Cultura (el Panamsat vendiendo candidatos como detergentes ––¿o es al revés?–– hasta en el último caserío) despertar las fuerzas contenidas de la Naturaleza. El yawar mayu: “rio de sangre […] que arrasa y da alimento”, al terrible decir de Arguedas, el taytacha José María.

Oponer al renovado poder histórico del Imperio, el pacto ritual con los muertos. Los estudiosos nos recuerdan que en la cosmovisión andina el agua es la sangre de los ancestros que éstos dejan correr para permitir vivir a los hombres (Hocquenghem, Ossio). Para subsistir es necesario convocar a los muertos mediante los ritos. Y también despedirlos, en el momento preciso.

El quiebre de este sistema mítico multiplica los signos polares de un pachakuti. Hoy es la sequía, pero en la anterior transición democrática ––resignémonos a la formalidad del término–– fue el diluvio. De allí derivó Salazar la figura del naufrago sin rostro que ahora derrama por pisos y paredes. Quiero transmitir la sensación y la idea de que el peruano promedio es un náufrago que está salvándose y salvando lo que puede y como sea.

 Como sea.

 

†          †          †

 

En el Perú todos somos náufragos. Wakchakuna. Huérfanos sin padre (re)conocido. Migrantes. Mestizos de uno u otro tipo. “Forasteros”.

Entender la muestra como metáfora de esa Gran Mediación frustrada que es nuestro país. Percibirla como un acto de fe y también de nostalgia. La búsqueda en el pasado y en el porvenir de una figura mediadora que nos salve de nuestras contradicciones infinitas, de nuestros abandonos. El Inka ausente.

Juan Javier Salazar
Illapa
1990 – 2008
Madera, fósforos, fuego
(Fotografía: Musuk Nolte)

Parece que va’ llover alude reiteradamente a él por medio de la imagen mítica del illapa, el dios conjunto de la triada “trueno-rayo-granizo”. En su relación comprobada con el amaru, el illapa vincula los distintos pisos cósmicos y las edades que ellos representan. Los antiguos lo veían como la transfiguración del Inka muerto, de su poder difunto pero latente. Un guerrero nocturno e impredecible (Hocquenghem).

Hay en esto un punto de coincidencia con cierta idea popular del taxista. Ese otro mito, más actual, que el video de Juan Javier convierte en el agente de intermediaciones insólitas. La movilidad absoluta entre clases, razas, culturas. Es la imagen romántica del desclasamiento, claro, pero acá integrada ––sin demasiadas fricciones narrativas–– a una cosmovisión tradicional que se postula así rebosante de modernidad.

Una modernidad otra.

 

†          †          †

 

El sistema es implacable con la grasa. La cultura del capitalismo es el consumo. Pule desengrasa y raya. En momentos en que (casi) todos piensan irse a Miami, Juan Javier propone el regreso a la tierra, a la vida, a los muertos.


Juan Javier Salazar
En este país los muertos no descansan
1987
Serigrafía sobre lámina de madera
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)

Los muertos traen el agua. ¿El agua nos devolverá los muertos, nuestros muertos? Toda la cultura andina se ve atravesada por esta ansiedad. A su manera, también la propuesta de Salazar. En este país los muertos no descansan. La frase que acompaña a la impresión serigráfica de una momia prehispánica sobre pequeñas (y orgánicas) láminas de madera. Trampa para arqueólogos: enterrarlas en las huacas y conchales, en las necrópolis prehispánicas. Trampa para periodistas: introducirlas en las tumbas de los asesinados, en las fosas comunes de nuestra serranía, los “botaderos de cadáveres”. Los muy diversos campos minados de nuestra historia. El “cementerio general” (Tulio Mora) de un país por siempre masacrado, donde todas las matanzas tienden al ritual. De Chavín a Cromotex, como insinuaría Pablo Macera hace una década.

De Cajamarca a Uchuraccay, de ambos a El Frontón y a Lurigancho.

 

†          †          †

 

Entender la muestra de Juan Javier, sin haberla visto y teniendo sólo una dispersa idea de lo que ella podría llegar a ser, entenderla como un nuevo baile ritual con los muertos. Una invocación y una despedida. Que regresen nuestros difuntos más queridos para compartir otra vez la mesa con ellos y salir “con esa visión fortalecidos”. Chay samiwan kallpanchascata. (Apu Inka Atawallpaman).

Fortalecidos y juntos para los difíciles tiempos que se abren y los huaicos que sin duda traerán consigo. Sólo se baila con los muertos para hacer posible la danza interminable de la vida. El placer, el juego que configuran ese otro y crucial lado de la muestra de Juan Javier. La magia: blanca como las paredes de la galería que él no quiere repintar a pesar de las exigencias museográficas. Al menos en lo que al arte se refiere, el mito baila siempre sobre las victorias pírricas de la historia.

Que llueva entonces, que llueva (la vieja está en la cueva). Y que cien flores se abran (los pajaritos cantan). En la ciudad y en el campo. En los jardines que convertimos en chacras (la crisis muerde, pero enseña). En las organizaciones populares. En los clubes de madres. En los museos. En las cárceles. En los amigos que perdimos y en los que los seguirán. En nuestras enarenadas vidas. En el campo y en la ciudad.

Que llueva en Lima y en todos nosotros.

Lima,
(siete millones de llorones
en medio del desierto),
04 de marzo de 1990.

Notas

* Las frases en negrita corresponden a declaraciones, títulos o escritos de Juan Javier Salazar.
[Nota publicada en el original].

1. Un frecuente error consigna este escrito como publicado en La República el 12 de marzo de 1990. Ello deriva de una gracia conceptual que replicó el formato de ese diario limeño —donde yo ejercía entonces la crítica de arte— como parte del diseño del afiche que sirvió como único soporte real de mi texto. La fecha —ficticia— de edición correspondía a la de la inauguración de la muestra a la que este objeto icónico-textual servía de paráfrasis. La prestidigitación gráfica así planteada, con un ánimo casi lúdico, fue tal vez demasiado exitosa: son varias las ocasiones en que investigadores acuciosos, confundidos ante la imposibilidad de encontrar en las hemerotecas la supuesta publicación original,  me sugerían la posibilidad de un sortilegio borgiano. Al modo de lo descrito por su legendario cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”.
[Nota incorporada el 2022].

2. La dedicatoria alude a la agonía final de Alberto (“Tito”) Flores Galindo, historiador excéntrico con quien mantuve una relación especial. Al momento en que Juan Javier Salazar me solicitó asumir la curaduría / escritura de su exposición, un cáncer cerebral había ya sumido en coma a aquel compañero de delirios. Un trance que nos afectó intensamente, a mí y a tantos otros, en particular los reunidos por él, desde 1986, en el proyecto utópico de SUR, nuestra heterodoxa “Casa de Estudios del Socialismo”… en el preciso momento en que ciertos socialismos hegemónicos demostraban ya su inoperancia terminal.

El texto que aquí se rescata acusa el impacto de ese contexto angustiado en que fue concebido. Con dolorosa pertinencia: Tito será sobre todo recordado por el papel incisivo que su obra tuvo para la consagración (no sólo) académica de categorías distintivas de la época, como la utopía andina y otros conceptos asociados a lo que desde la década de 1970 se conoce como las ideologías mesiánicas del mundo andino (Ossio 1973). Una poderosa construcción intelectual cuyas románticas proyecciones po-lí-ti-co-cul-tu-ra-les fascinaron a quienes quemamos nuestras ilusiones juveniles en los ardores de la traumática República de Weimar Peruana (1980 – 1992). Como el mismo Juanja(vier Salazar). O el propio autor de este ensayo, a vuelatecla redactado entre los estallidos de aquel tenebroso final de década.
[Nota incorporada el 2022].

Bibliografía
[complemento incorporado el 2022]

FARFÁN, J. B. Benigno (recopilación) y José María Arguedas (traducción)
1955   Apu Inka Atawallpaman. Lima: Juan Mejía Baca, 1955.

FLORES GALINDO, Alberto
1987   Buscando un inca: Identidad y utopia en los Andes. Lima: Instituto de Apoyo Agrario, 1987.

HOCQUENGHEM, Anne Marie
1989   Iconografía mochica. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), 1989.

MACERA, Pablo
1979   “Sueños y pesadillas”. Monos y Monadas, nº 135. Lima: 24 de mayo de 1979. (Entrevista efectuada por Juan Acevedo, Lorenzo Osores, Francisco Larco y Rafael León). Rep. en: Pablo Macera. Las furias y las penas. Lima: Mosca Azul, 1983.

MORA, Tulio
1989   Cementerio general. Lima: Lluvia, 1989.

OSSIO, Juan (ant.)
1973   Ideología mesiánica del mundo andino. Lima: Ignacio Prado Pastor, 1973.

PORTOCARRERO, Gonzalo, y Patricia Oliart
1989   El Perú desde la escuela. Lima: Instituto de Apoyo Agrario, 1989.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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