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LO IMPURO Y LO CONTAMINADO [I]
Retornos críticos de la pintura (1997 – 2002)
CENTRO CULTURAL DE ESPAÑA
Santa Beatriz / Lima - Perú
EXPOSICIÓN (Curaduría: Gustavo Buntinx)
10 de abril
19 de mayo
2002
<span class='fa fa-star'> </span>Lo impuro y lo contaminado
Gustavo Buntinx
Lo impuro y lo contaminado [I]
IX. Lo impuro y lo contaminado
(Ensayo curatorial)
Christian Bendayán
El pintor Luis Cueva Manchego
(Lu.Cu.Ma.)
2000
Técnica mixta sobre tela /
/ Tríptico:
160 x 150 cm (panel central), 160 x 75 cm (paneles latelares)
Esta fragmentación regenerativa de lo pictórico puede ser más radical. Acogiendo, por ejemplo, las irradiaciones de culturas tecno-tropicales cuya (post)modernidad chirriante permea a las industrias de la música y del espectáculo para desde allí redefinir los imperativos contemporáneos de nuestra visualidad de masas.
También los de cierta plástica erudita. Y es elocuentemente un pintor nacido entre las estridencias y vibraciones de la amazónica ciudad de Iquitos quien ha sabido llevar esta renovación a los espacios protegidos del arte. Christian Bendayán (1973) (des)articula sus cuadros con imágenes y materiales que ponen en rudo roce, sobre un mismo soporte, ese archipiélago de temporalidades dislocadas que con demasiada ligereza solemos llamar Perú. En sus lienzos conviven pinceladas al óleo del más refinado academicismo con chabacanos brochazos de esmalte o pintura látex —e incluso pedazos de espejos rotos a la usanza de alguna decoratividad vulgar. La intensidad realista de varias imágenes contrasta así, en un solo cuadro, con la formalidad chirriante de una estética callejera o de cantina. O sencillamente de pobretona sala-de-estar.
La coexistencia de lo irreconciliable. Sin duda un señalamiento de nuestra modernidad hecha pedazos —y sus recomposiciones populares. Pero también una gozosa reivindicación de la pintura misma como vehículo pleno y apto para la expresión de esa complejidad. Celebración marcadamente erótica, aunque no menos crítica por ello, como indica la sexualización perversa de buena parte de las imágenes así producidas.
Pero la lubricidad primera y final de los cuadros de Bendayán está no en sus insolentes primeros planos sino en la sensualidad decorativa de sus fondos. Los bajos fondos pictóricos en que el artista funde lo público y lo privado bajo una misma descarnada mirada. Como en la intimidad edípica que una primera versión de Mi madre y yo (1999) proyecta al “mal gusto” de la decoración pequeño-burguesa entendida como una voluptuosa construcción estética. Y su segunda interpretación (2000) deriva hacia una desaforada ornamentación “chicha”.
Christian Bendayán
(Izq.) Mi madre y yo 1
1999
Óleo sobre tela / 140 x 110 cm
(Der.) Recuerdo de tu hijo
(Mi madre y yo 2)
2000
Esmalte sintético sobre tela / 150 x 150 cm
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
Resulta significativo que la imagen recurrente en la producción de Bendayán no sea la del homosexual sino la del travesti. La del travestismo en sus sentidos más amplios y complejos: no la indiferenciación de lo sexual sino sus incesantes desplazamientos. Sus trastocamientos.
Un sesgado autorretrato traviste al artista como una Virgen andina. O una santa doliente. Otro lo ubica en la estampa de Sarita Colonia: la santa no reconocida de la migración, que lo es también de las represiones sexuales finalmente rebasadas por una cultura mestiza y nueva. Una Promesa Cultural surgida de lo más promiscuo y “sórdido” de nuestra contemporaneidad.
Christian Bendayán
Estética Center
1998
Acrílico sobre MDF / 150 X 250 cm
Colección Museo de Arte de Lima (MALI)
Donación Vasco, Antonia y Vigo Sousa Neumann
En esa línea un cuadro representativo bien podría ser Centro de estética (1998). Desde la propia ambivalencia del título: algo más que una ironía antiacadémica asoma tras este retrato de dos travestis en plena sesión cosmética en el escenario chirriante de una peluquería de barrio (“Estética Center”), con panteista altar incluido. Una ironía, pero también un goce.
Un desborde libidinal: “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad”, proclama la gigantesca banderola que el artista prepara para una exposición itinerante sobre nuestros violentados derechos humanos (1997). El lema insólitamente acompaña a la exaltada figura grotesca de (otra vez) una barata vedette ensayando poses alcohólicas y obscenas sobre un escenario en llamas. Pero nuevamente es en la sutileza casi decorativa del fondo que asoma la beligerancia radical del sentido. De los sentidos: un mosaico de imágenes ríspidamente dispares pero igualadas por un mismo agrisado tratamiento. Y por la técnica popular del esténcil recortado que le sirve de plantilla a pintores de guardafangos. La agresiva yuxtaposición de artes plásticas y artes marciales, religión y pornografía… Fricciones replicadas desde la crisis interna de cada una de esas categorías: Santa Rosa vs. Sarita Colonia. El expuesto pero adusto busto de Claudia Shiffer vs. los ojos entrecerrados y la anhelante boca de una “putita” caricaturesca. ¿High and low?
Christian Bendayán
Toda persona tiene derecho
1997
Técnica mixta sobre lona / 394 x 151 cm
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
Low and low, en realidad. Low and lower. “Golpear el artificioso mundo burgués”, es cómo en una entrevista el artista resume su programa. Pero golpearlo no mediante un estatuto de autenticidad —como si eso existiera— sino con un artificio aún más portentoso. La (post)modernidad popular. En toda su fulgurante perversión. “Como ave carroñera, este sujeto se nutre de despojos, de lo despreciable de la sociedad y pretende legitimar comportamientos aberrantes”, proclama autoparódicamente el cómplice del artista embozado bajo el seudónimo de “El Inquisidor”. (En algunos diccionarios, esa ave suele llamarse aura).
Esos disloques, sin embargo, son en realidad de todo tipo, y en primer término artísticos. Tal vez la pieza culminante de Bendayán sea aquel reciente (2000) tríptico de grandes dimensiones que insinúa un autorretrato desplazado hacia el homenaje a esa experiencia vibrátil de “calle” encarnada en Iquitos por Luis Cueva Manchego, más conocido como “LU.CU.MA”. Un exconvicto rescatado de la prisión y del manicomio por la devoción mística y una práctica pictórica ambulatoria en la que alterna letreros comerciales con autorretratos alucinados e imágenes religiosas de rara intensidad.
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Lu.Cu.Ma. (Luis Cueva Manchego)
[Chacalón en el cielo]
Anterior a 2001
Esmalte sintético sobre triplay /
/ 120.5 x 80 cm, aprox.
(formato ligeramente irregular)
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
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Lu.Cu.Ma. (Luis Cueva Manchego)
[Un criminal y un delincuente]
Anterior a 2001
Esmalte sintético sobre triplay /
/ 106.5 x 60.5 cm, aprox.
(formato ligeramente irregular)
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
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Lu.Cu.Ma. (Luis Cueva Manchego)
[La doctorcita]
Anterior a 2001
Esmalte sintético sobre tela /
/ 79.6 cm. x 52.3 cm, aprox.
(formato ligeramente irregular)
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
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Lu.Cu.Ma. (Luis Cueva Manchego)
[Sariota Colonia, milagrosa para los presos]
2000
Esmalte sintético sobre triplay /
/ 122.5 x 180.5 cm cm, aprox.
(formato ligeramente irregular)
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
Piezas de toda índole que esta muestra exhibe por primera vez —dato histórico— en un contexto artístico, haciendo de su autor “marginal” un inesperado “guest star“. Una irrupción inusitada de imágenes pulsionales cuyas marcas de sexualidad y violencia Bendayán reproduce y extrema hurgando en ellas un sentido primario / primordial de la representación, de la materia plástica misma. Pero la variedad de técnicas populares así ensayada se despliega alrededor de un pulquérrimo retrato al óleo de Lu.Cu.Ma. mismo, expuesto en la artisticidad mayor de su propia corporalidad, recorrida de tajos y tatuajes no menos arquetípicos por parecer vulgares.
El más tradicional y complejo de los lenguajes plásticos entregado a la exaltación de las inscripciones más elementales. Que son también las más esenciales. La cerveza que aquí Lu.Cu.Ma. acerca risueño a su boca contrasta con los pinceles sostenidos en una mano izquierda (izquierda) que además ostenta las manchas pictóricas de su oficio. Ése bien podría ser el detalle definitorio de esta obra y de la obra toda de Bendayán. Del conjunto entero de lo ahora expuesto: las manos necesaria y gozosamente sucias de la pintura en una sociedad cuya dominante cultural es lo impuro y lo contaminado.
La belleza nueva que de todo ello saldrá.
Panel central del tríptico
El pintor Luis Cueva Manchego
(Lu.Cu.Ma.),
de Christian Bendayán
2000
Lu.Cu.Ma. en su taller callejero de Iquitos
2006
(Fotografía: Christian Bendayán)
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