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DARŚAN

Expiraciones del arte / Atisbos del aura

Jaime Miranda Bambarén


SALA RAÚL PORRAS BARRENECHEA
Municipalidad de Miraflores / Lima – Perú

EXPOSICIÓN (Curaduría: Gustavo Buntinx)

189

09 de marzo
03 de abril
2016

DARŚAN<br><span class='versal'>Expiraciones del arte /</span> <br> <span class='versal'>/ Atisbos del aura</span><br>(Ensayo curatorial)<br>Gustavo Buntinx


Gustavo Buntinx

DARŚAN
Expiraciones del arte / Atisbos del aura
2007 – 2016

(Ensayo curatorial)


Jaime Miranda
Darśan (Bali)
2010
Fotografía digital en impresión sobre papel /
/ Díptico: 98 x 69 cm, cada panel

– I –

“En un mediodía de verano,
seguir con toda calma el perfil de una cordillera en el horizonte
o una rama que proyecta su sombra sobre quien la contempla,
hasta que el momento o la hora llegan a formar parte de su aparición,
esto significa respirar el aura de esas montañas, de esa rama”.

Walter Benjamin
(1931)
  

– II –

Esa rama está caída.

Literal y figuradamente:
la deforestación de la Tierra lo es también de nuestra alma.

Personal y colectiva.

Tiempos liminales, acaso terminales,
para la condición humana.

Martín Heidegger y Walter Benjamin,
extrañamente hermanados
por el opuesto complementario de sus premoniciones.

El Obscurecimiento del Mundo  /  La Trituración del Aura.

El aura eterna que se nombra y plenamente se revela
sólo en su agonía moderna.
En su lucha a muerte con la muerte misma,
en el último fulgor de su incandescencia.

Pero atención a las iluminaciones póstumas del aura.
A sus epifanías otras.
Ulteriores, postreras, supérstites.

Resurrectas.


– III –

Resurrectas también en el arte que se aleja del arte:
ese arte otro que se refracta del arte sistémico,
necesariamente,
para recuperarse en la ahora utopía de su Belleza Primordial.

Su mirada interior:
hay cierta analogía posible
entre el vislumbre moderno, benjaminiano, del aura,
y la categoría atemporal, hinduista, del darśan.

Entre la denominación esotérica que el sánscrito le otorga
al vislumbre fugaz de la aparición divina, por un lado.
Y, por el otro, aquella
“irrepetible aparición de una lejanía,
por cerca que pueda encontrarse”,
entrevista en las especulaciones del filósofo judío.

Esa “trama muy especial de espacio y de tiempo”
en que Benjamin intuye
la transubstanciación cultural de lo sacro
desde la respiración intermitente de la Tierra.

Desde su experiencia fugitiva.

La naturaleza como metáfora del arte.
Cierto arte.

Perturbado. Visionario.


– IV –

La respiración, la inspiración.

Y sus expiraciones:
también el arte renace en la agonía del arte,
en sus luchas a muerte con la muerte misma.

Furtivas, casi alucinadas.
Como en las recolecciones desesperadas
de los “huesos ocultos del bosque”
que le permiten a Jaime Miranda
exhumar las raíces truncas de tantos árboles mutilados,
en la ciudad y en el campo,
para transfigurar ese sembrío de muerte
en imágenes sacras.
De toda tradición:
la dispersa espiritualidad humana
busca condensarse en estas tallas sincréticas.

Y sobre todo en el derrame ovular
de maderas agrietadas
que son esferas que son planetas que son semillas.

La menstruación de la Virgen.

Los abalorios cósmicos de un rosario que se deshilvana
y se reintegra sobre el subsuelo de la baldosa vulgar y del triste cemento.
Que en esta exposición ellas quiebran,
en busca de la Tierra.


– V –

Un clamor.
Como el gran árbol desarraigado cuyos extremos de vida
el artífice eleva sobre el vacío socavado
en el que se enumeran los pueblos originarios
de los pobladores nuevos en la gran capital tóxica.

Hombres y mujeres de la simiente,
expulsados por la guerra
de los campos ahora eriazos a los que sus ancestros dieron vida.

Un monumento excéntrico,
erigido con amor y por concurso público
en la confluencia de tres distritos transformados
por el destierro masivo que ahora los habita.

Un memorial luego destruido,
con nocturnidad y alevosía,
por los obscurantismos de la política.
Pero quedan sus restos,
aquí recuperados para una existencia otra.

Restos documentales y fácticos:
el pedestal conmovedor de la placa rota
que nombra la esperanza de la libido artística
volcada a la sanación de la Tierra.
Y del Mundo.

De Natura y Cultura.

 
– VI –

El arte de Jaime Miranda se ubica en esa ligazón.
(Conectores es el título
de algunas de sus piezas mayores).
Una ligazón que es también una fractura.
En esa tensión reside.
Y en la fantasía de una existencia nueva.
Rearticulada.

Un ansia religiosa,
en el sentido más etimológico del término
(religare).

Pero no menos política por ello.

Atención al altar especialmente elaborado
para las reliquias de los beatos
martirizados por la rabia fundamentalista
de Sendero Luminoso en los caseríos de Ancash.

Y atención también a las sugerencias múltiples
de obras como The Pillars of the Empire:
la transformación totémica de los pilotes ruinosos
en los abandonados muelles imperiales del Este de Londres.

La otrora capital del capitalismo.
Cuyas marejadas nos envuelven todavía.
Y nos devuelven, extrañamente,
a paganismos dislocados por la globalización comercial.
Desigual y combinada.
Y anacrónica.

También en el arte.
Un fetichismo de la mercancía,
en el sentido más literal del término:
la objetualización estatuaria de un poder mágico
─propio─
que se alimenta con los restos del poder fáctico.
Y ajeno.
Antropofagias.
Sanadoras.

Hay un cierto cargo cult,
un culto del cargamento,
en cierto arte contemporáneo.
Cuyo negativo asoma inscrito en estos postes que se erigen
como dioses como ídolos como falos carcomidos.
Su otro título, tácito, bien podría ser Driftwood:
el maderamen a la deriva del naufragio de la condición humana.

Pero atención aquí a la presencia, en el umbral,
de una talla con la preñez inmaculada de la Virgen.

María gravida, Virgo gestans:
la Virgen de la O, la Virgen de la Esperanza.

Contra todo lo ominoso
de nuestros desangelados tiempos sin Dios.

Tal vez sea cierto que la suerte está echada.
Pero quizá Dios
─o Gaia─
esté otra vez a punto de jugar a los dados con el Universo.


– VII –

( Coda )

Acaso la imagen decisiva sea la más ínfima.
Apenas una tenue diapositiva de 35 mm.
en la que el artífice captura
su visión entrecortada, iluminada, de África
─del Origen─
desde la espesura
del peñón todavía británico de Gibraltar.

Un fantasma entrevisto
desde el umbral uterino.

Los atisbos del aura.

Darśan.

( FIN )

Jaime Miranda
Darśan (Gibraltar)
2010
Fotografía analógica en diapositiva / 35 mm

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