CHOLA PINK, CHOLA POP,
CHOLA POWER
Notas a una exposición de Claudia Coca
GALERÍA VÉRTICE
San Isidro / Lima - Perú
INSCRIPCIÓN (Ensayo: Gustavo Buntinx)
junio
2007
CHOLA PINK,<br />CHOLA POP,<br />CHOLA POWER<br />(Ensayo)<br />Gustavo Buntinx
Gustavo Buntinx
CHOLA PINK, CHOLA POP,
CHOLA POWER
(Ensayo)
Claudia Coca
It’s Hot
2017
Acrílico sobre tela / 180 x 120 cm
Colección privada, Lima
Pocas cosas unen más a ciertos peruanos que el inquieto deseo de no ser —no parecer— peruanos (si es que la peruanidad existe). Así al menos lo suelen sugerir reiteradas encuestas donde, tras las retóricas exaltadas de la identidad nacional, asoma el vislumbre de un abismo, que es también una herida. Y una paradoja: comunidades nuevas de sentido, de sentimiento, parecieran articularse en el propio gesto que las deshace. Como una modernidad alterna que canibaliza (re)creativamente los modernismos patéticos de nuestras fallidas modernizaciones provincianas.
Una modernidad subalterna, insubordinada en su metabolización subvertida de íconos y códigos. Como en la carátula de aquel clásico “disco de oro y platino”, publicado en 1985, donde el “chichero” grupo Maravilla asume como lema y emblema el nombre mestizo de Sarita Colonia (ese rostro místico de la migración andina en la capital), sin por ello dejar de exhibirse con atuendos inspirados en la pobre serie televisiva de Wonder Woman. Los “Pitucos de la Cumbia Peruana” se ofrecen de ese modo como producto “de exportación” para un mercado trasnacional donde lo masivo y vulgar se constituye en la lingua franca de nuestros globalizados tiempos.
Portada del disco
A Sarita Colonia
publicado por el Grupo Maravilla
(“Los Pitucos de la Cumbia Peruana”)
bajo el sello musical Horóscopo
1985
Globo pop puede así ser el nombre comercial de una barata golosina trasnacional —y al mismo tiempo el título artístico de una exposición a su manera altermundista, donde los signos exteriores de diferencia étnica friccionan la rutilancia festiva de formas y colores cosmopolitas. No se trata de una modulación exquisita en el registro sensible de la elegancia, como con algún éxito procuró Reynaldo Luza hace más de medio siglo al introducir el fucsia serrano como CHOLA PINK para el repertorio cromático de la moda euronorteamericana. La propuesta aquí se relaciona más bien con las despreciadas estrategias populares de la apropiación y de lo inapropiado. Una relación lúdica con la alienación que hace de la alienación misma un discurso —un recurso— de identidad. De identidades en dramática fuga y en regeneración gozosa mediante entrecruzamientos tan desopilantes como incisivos.
El calentamiento global y la estulticia glorificada de Paris Hilton, por ejemplo (hasta el nombre es significativo). O el sueño libertario de Martin Luther King y el (sub)americano de una Green Card pícaramente exhibida por la protagonista de I Dream of Jeannie, esa ridícula fantasía orientalizante de sumisiones exóticas (con un marido gringo y militar).
Claudia Coca
Green Dream
2017
Acrílico sobre tela
El resultado es no sólo una imagen sino sobre todo un estilo culminante para los continuos deambulajes de la expositora en el “laberinto de la choledad” (Guillermo Nugent). Un lenguaje que asimila y transforma los históricos logros del pop achorado para sugerir la posibilidad subversiva de una pulcritud extrema en la insolencia de sus expresiones abiertamente “raciales”.
Claudia Coca
Desaparecida
2017
Acrílico sobre tela
Un CHOLA POP tanto más incisivo por corporeizarse además en la semblanza vistosamente andina de una pintora denominada Coca, eróticamente travestida —ella también— como Sarita Colonia, como Mujer Maravilla, como Mi Bella Genio. O como una llorosa geisha de manga, con su blanca máscara de polvo de arroz corrida para revelar la incitante obscuridad de la piel de la artífice.
Claudia Coca
¿…Por qué nos odian tanto?
2017
Acrílico sobre tela
Claudia Coca
Lluvia negra
2017
Acrílico sobre tela
Claudia Coca
En un mundo descomunal
2017
Acrílico sobre tela
El sexual cruce pictórico que para ella culmina en su carne mestiza fusionada con la del hijo recién nacido, en lo que se anuncia (escribo apurado ante el cuadro aún inconcluso) como un derroche de rutilantes marrones tiernos (“brown is beautiful”). Sin duda hay en estas telas una clave personal e intransferible, que por ello mismo no podrá ser aquí revelada. Pero sobre todas ellas pende la conocida máxima de Mirko Lauer (desconocida por la artífice) que distingue la mera modernización tecnológica de una modernidad que se reivindica como la reproducción de la diferencia.
Una (post)modernidad propia y nueva, tan transgresora de los modelos internacionales como de la convención local. Transgresora incluso de cierta noción de vanguardia establecida desde modelos cosmopolitas y aquí subvertida desde la experiencia más inmediata de lo popular.
CHOLA POWER.
Claudia Coca
Plebeya
2017
Acrílico sobre tela
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