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CANTUTA

Cieneguilla – 27 junio 1995

Ricardo Wiesse


PARADERO HABANA
Laboraleatorio, Espacio de Arte, Miraflores / Lima – Perú

EXPOSICIÓN (Curaduría: Gustavo Buntinx / Victor Vich)

137

09 de agosto
27 de setiembre
2008

PARTES DE GUERRA II<br>(Presentación)<br>Gustavo Buntinx


Gustavo Buntinx

PARTES DE GUERRA II

(Presentación)


Ricardo Wiesse y colaboradores interviniendo la loma de Cieneguilla en que se pretendió ocultar
los restos de los desaparecidos de La Cantuta. 1995.
En primer plano, la cruz colocada por los deudos junto a una de las fosas
donde se encontraron los cuerpos desmembrados y calcinados.
(Fotografía: Herman Schwarz)

Ésta es la segunda de dos exposiciones críticamente articuladas entre sí, como trágicamente lo estuvieron las extremidades históricas a las que cada una de ellas se vincula: el coche bomba criminal detonado por Sendero Luminoso el 16 de julio de 1992 en la calle Tarata de Miraflores, como reacción por la matanza de sus militantes en la cárcel de Canto Grande, ocurrida poco después del autogolpe de Estado del 5 de abril. Y la represalia también brutal llevada luego a cabo en la Universidad de la Cantuta por el Grupo Colina de los servicios de inteligencia del Estado. La competencia de horrores.

El trauma de ambas desgracias ha dado lugar a complejos procesamientos culturales que logran, de manera impresionante, configurar la emoción dramática del momento. En atención a esa importancia, nuestra propuesta reúne  y  hace  públicos  materiales  que se han mantenido mayormente inéditos. Una memoria del olvido, por utilizar la aguda frase con que Anamaría McCarthy presenta el testimonial doliente de su experiencia y la de su hermano Kevin en el atentado de Tarata. Como complemento de esa muestra inicial, exhibimos ahora la documentación extensa de las intervenciones taumatúrgicas de Ricardo Wiesse en las fosas donde se pretendieron ocultar los cuerpos de los desaparecidos de La Cantuta.Partes de guerra: el título genérico de estas exposiciones y de las publicaciones que las acompañan puede, sin duda, entenderse en su acepción figurada: noticias desde el frente, crónicas de trinchera. Pero también en el sentido más literal e inmediato: símbolos fragmentados de nuestra historia hecha pedazos.

Símbolos fragmentarios: las dos muestras así planteadas prolongan en otro sentido, más específico y puntual, varias exhibiciones previas en las que se ensayaron exploraciones amplias de las múltiples relaciones entre arte y violencia. Exposiciones como Mallki: la exhumación simbólica en el arte peruano (2002), Carne viva (2003) y País del mañana: utopía y ruina en la guerra civil peruana (2004), realizadas todas en el Centro Cultural de San Marcos. O Lo impuro y lo contaminado: pulsiones (neo)barrocas en las rutas de MICROMUSEO, presentada en la última Bienal de Valencia (2007).

Pero no hubo en ellas, ni la hay aquí, pretensión exhaustiva alguna, sino un avance más en el rescate sistematizado de aquella porción de nuestro arte que, desafiando todo riesgo y (auto)censura, optó por significar la emoción y el momento.

Léase, tras esta intención histórica, un homenaje crítico —por continuar.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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