AUTORRETRATO CON LUDWIG
PINTANDO EN POTOSÍ
ca.1934 – 1936
Fotografía analógica en impresión digital
(Documento original: Archivo de Arte Carlos Dreyer)
Colección MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")
junio
2017
Carlos Dreyer
Autorretrato con Ludwig
pintando en Potosí
ca. 1934 – 1936
Fotografía analógica en impresión digital
(Documento original: Archivo de Arte Carlos Dreyer)
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
FANTASMAGORÍAS
LA NEGOCIACIÓN DE LA DIFERENCIA
GUSTAVO BUNTINX
Junio es, en el mundo andino, un mes cargado de connotaciones simbólicas. Desde sus asociaciones cósmicas y religiosas ─el solsticio de invierno, el Inti Raymi, con frecuencia incluso el Corpus Christi─ hasta las más abiertamente políticas: en el vigésimo cuarto de sus días se celebra también el antiguo Día del Indio, decretado por Augusto B. Leguía en 1930, y transformado en 1969 en Día del Campesino para así marcar la declaración de la reforma agraria por la dictadura militar del general Juan Velasco Alvarado.
Esta inestabilidad de los nombres traduce la incertidumbre de las relaciones culturales establecidas entre el país oficial y sus poblaciones oriundas. En esa dificultad procuraron mediar, de varia manera, innumerables artífices ilusionados con la forja de un Perú integral. Un ideal percibido por algunos como una fantasía. O un fantasma.
Por sus propias condiciones indiciarias, la fotografía fue ─sigue siendo─ un instrumento incisivo en esas elaboraciones y búsquedas alternas de sentido. Así se ha evidenciado en los aportes de obras tan reconocidas como las de Martín Chambi, o Juan Manuel Figueroa Aznar y otros exponentes de la llamada Escuela de Fotografía Cuzqueña. Es sólo en los últimos tres años, sin embargo, que empieza a reconocerse la inscripción distinta en ese horizonte indigenista lograda a partir de la década de 1920 por Karl (luego Carlos) Dreyer: un pintor y fotógrafo alemán que se radica entonces en Puno para desde allí explorar toda la geografía cultural del Perú y Bolivia.
Una visión distinta que el 2014 inserté en una amplia exposición histórica sobre la mirada interior en nuestra fotografía de provincias. Y luego estudié, intensamente, en un libro monográfico.1
A continuación reproduzco, con ajustes mínimos, la coda en que ese estudio último culmina uno de sus propósitos mayores: hurgar en las contradicciones y complejidades formuladas en los esfuerzos de Dreyer por no reprimimir sino productivizar, con algún espíritu de respeto, las profundas diferencias desde las que se construye el imaginario social peruano.
Una negociación ardua que se infiltra incluso en las representaciones de distinción y semejanza casi espontáneas prolongadas en sus fotografías familiares. Como los varios retratos donde la esposa puneña y el segundo hijo de Dreyer ─María Costa y Ludwig, respectivamente─ aparecen posando con naturalidad, fraternidad incluso, junto a sujetos populares. Por ejemplo los que comparten el camión en el que la familia emprende el viaje al Cuzco en 1937, capturados en tomas reminiscentes de otras realizadas por Martín Chambi para describir sus propios desplazamientos en vehículos similares por las serranías.
Carlos Dreyer
María Costa de Dreyer y su hijo, Ludwig,
en un descanso del viaje en camión
de Puno a Cuzco
1937
Fotografía analógica
Copia de época / 11 x 16 cm
Archivo de Arte Carlos Dreyer
Martín Chambi
Martín Chambi durante un viaje en camión
por la sierra peruana
ca. 1920
Fotografía analógica
Archivo Fotográfico Martín Chambi
“En la ruta al trópico”, reza la leyenda en alemán que acompaña a una de esas imágenes de Dreyer: “nuestros acompañantes son todos indios y mestizos”. “Nuestra criada de la casa está al lado de mi mujer”, escribe el artífice tras otra fotografía que las retrata casi indiferenciadas ante una espectacular vista de Puno y el lago Titicaca, en el mirador de Huacsapata.2
Carlos Dreyer
María Costa de Dreyer
y empleada del hogar,
en el mirador de Huacsapata,
con la ciudad y la bahía de Puno al fondo
Puno, Perú
ca. 1930
Fotografía analógica
Copia de época / 8.5 x 13.5 cm
Archivo de Arte Carlos Dreyer
Carlos Dreyer
Ludwig Dreyer Costa, niño, en traje de soldadito,
con su mascota, acompañado por servidores domésticos
en el patio del hogar familiar
Puno, Perú
ca. 1936
Fotografía analógica
Copia de época en impresión de contacto / 6 x 6 cm, aprox.
Archivo de Arte Carlos Dreyer
Como en otra toma el niño Ludwig parece compartir una felicidad igualada con el hijo de la servidumbre en el patio de la casa. Ese infante, sin embargo, lleva los pies descalzos, al igual que la empleada del extremo derecho. El paso del tiempo despertaría en esas relaciones domésticas resentimientos que afectaron gravemente a Dreyer en sus últimos años de vida, incluyendo pugilatos y onerosos juicios. Conflictos cuyas latencias se ven tal vez prefiguradas en el inconsciente de un par de estas imágenes. Verbigracia, la presencia recortada, ominosa casi, del empleado semioculto en el umbral al extremo de la captura en que María y Ludwig posan con gravedad (una sensación que se acentúa por el gesto protector de la madre sosteniendo al niño con manos enguantadas de inquietante cuero negro). O el rigor sorprendente de la irreal elegancia europea con que ese mismo servidor exhibe un impresionante traje nuevo junto al niño, en triciclo y también endomingado. Quizás regalos prodigados por Dreyer en alguna ocasión.
Carlos Dreyer
(Izq.) María Costa de Dreyer y su hijo, Ludwig,
en la finca familiar El Manto.
Al fondo, en el umbral,
Jesús Ruelas, empleado de la casa
Puno, Perú
ca. 1942
Fotografía analógica
Negativo flexible / 6 x 6 cm, aprox.
Archivo de Arte Carlos Dreyer
(Der.) Ludwig Dreyer Costa, niño, retratado con ropas nuevas,
en triciclo y con su mascota en el patio del hogar familiar
Lo acompaña el empleado de la casa, Jesús Ruelas,
en flamante traje de domingo
ca. 1936
Fotografía analógica
Negativo flexible / 6 x 6 cm, aprox.
Archivo de Arte Carlos Dreyer
Hay en la rigidez de sus poses una tensión, apenas contenida, que trasciende sus personas por provenir del contexto que los excede. El entorno social más amplio en el que su diferencia debe ser actuada. Tal vez de allí la necesidad expresiva de exaltar la diferencia misma, pero con un sentido alegórico de pertenencias en algún modo compartidas. Es el caso de una secuencia magnífica de tomas en Sacsayhuaman (ver imágenes al final de este texto).3 Y también el de algunos retratos grupales en los que María y Ludwig alternan con amigos hacendados frente a una capilla rural del Cuzco, o bajo la cruz del Calvario en el cerro Azoguini de Puno, con la presencia deliberadamente inserta de algún campesino en característico atuendo tradicional.
Carlos Dreyer
(Izq.) María Costa de Dreyer y su hijo, Ludwig,
con amigos y mujer indígena, en la capilla de una hacienda
Cuzco, Perú
1937
Fotografía analógica
Negativo flexible / 6 x 6 cm, aprox.
Archivo de Arte Carlos Dreyer
(Der.) María Costa de Dreyer y su hijo, Ludwig,
con amigos y hombre indígena,
en el calvario del cerro Azoguini
Puno, Perú
ca. 1936
Fotografía analógica
Negativo flexible / 6 x 6 cm, aprox.
Archivo de Arte Carlos Dreyer
Identidades friccionadas por arduos mestizajes culturales que se construyen no desde la fusión sino desde lo yuxtapuesto. O incluso lo superpuesto. A veces de la manera más espectral. Así literalmente se trasparenta en una provocadora fotografía lograda hacia 1935 mediante el encimamiento, en un mismo negativo, de la imagen indígena sobre el autorretrato que muestra al artífice pintando la semblanza cobriza de los pobladores en las calles ultraandinas de Potosí. El resultado de esa doble exposición (frase precisa) es un trasluz de incisivas connotaciones. Sugerencias acentuadas por la recia mirada de la nativa que confronta directamente a la cámara. Al igual que el pequeño Ludwig, el hijo de Dreyer, cuyo rostro sin embargo aparece borrado por la imposición de la segunda toma.
La cadena de asociaciones y sugerencias es densa y cautivadora. Podría especularse sobre la intervención del azar en esta composición sorprendente, mediante un error no deliberado. Pero la fotografía fue incorporada para su preservación en el álbum familiar: un gesto que de todas manera configura una decisión artística cargada de sentidos.
La identidad no como una esencia sino como una fantasmagoría. No una condición previa a ser descrita sino un juego incesante de inscripciones. Fricciones, ficciones, en contrapuntos siempre mutables.
La negociación de la diferencia.
(Sobre la base de textos publicados en:
Gustavo Buntinx
Wanderlust
Arraigo y errancia en la fotografía de Carlos Dreyer
[1895 – 1975]
Lima: MAPFRE / Grupo Editorial Cosas, 2016)
Carlos Dreyer
María Costa de Dreyer con su hijo, Ludwig,
y empleada indígena, en las ruinas de Sacsayhuaman
Cuzco, Perú
1937
Fotografía analógica
Negativo flexible / 6 x 6 cm, aprox.
Archivo de Arte Carlos Dreyer
Notas
1. Gustavo Buntinx. Wanderlust. Arraigo y errancia en la fotografía de Carlos Dreyer (1895-1975). Lima: MAPFRE / Grupo Editorial Cosas, 2016.
Sobre la exposición, véase: Gustavo Buntinx. “Modernidad y provincia: fantasía y fantasma en la fotografía interior peruana”. En Art Lima 2014. Lima: Art Lima, 2014. pp. 138-144. (Catálogo de la feria internacional de mismo nombre). En esa muestra se exhibieron obras y publicaciones de Baldomero Alejos, Martín Chambi, Carlos Dreyer, Juan Manuel Figueroa Aznar, Sebastián Rodríguez y Antonio Wong Rengifo. Las fotografías seleccionadas de los hermanos Vargas no pudieron incluirse debido a problemas logísticos que demoraron su envío desde Arequipa.
2. Sobre ese mirador y sus connotaciones telúricas, véase: Horacio Urteaga. “Bocetos históricos: las tradiciones del Huacsa-pata en Puno”. Ilustración peruana, nº 34. Lima: 19 de mayo de 1910. pp. 239-240.
3. Buntinx 2016: 24-25.