[BAÑISTA]
ca. 1930 – 1945
Fotografía analógica en impresión de época / 14 x 8.8 cm
Colección MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")
abril
2024
Anónimo
[Bañista]
1930 – 1945
Fotografía analógica en impresión de época /
/ 14 x 8.8 cm
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
ADIÓS VERANO
GUSTAVO BUNTINX
En la capital peruviana la culminación de la Semana Santa marca además el final de la temporada veraniega. Que es también el letargo estival: esa molicie que entre enero y abril suele arrullar los ánimos de una ciudad diferenciada de otras metrópolis —Buenos Aires, verbigracia— por su relación de proximidad con el mar. “Lima, Callao y balnearios”, es cómo el lenguaje administrativo suele resumir nuestra cartografía existencial. Acá el verano no vacía a la ciudad, simplemente acentúa su proverbial blandura, que varios querrán explicar desde las teorías naturalistas de algún Hipólito, propio o ajeno (Taine, Unanue…).
De allí, tal vez, el espontáneo desgaire con que la instantánea playera perdura entre nosotros como una resaca distintiva de cierta fotografía limeña. Y de sus arenas movedizas, también en las orillas sociales. Por momentos, las olas y el viento parecieran desdibujar las distancias económicas o raciales. Incluso de género: es una misma y compartida sensualidad la que suele homologar a los cuerpos capturados por el lente voyeur de aficionados o profesionales confundidos entre los veraneantes. A veces con un sofisticado aliento artístico: piénsese en las secuencias memorables logradas desde la década de 1980 por Mariella Agois o Juan Enrique Bedoya, entre otros.
El almácigo previo de esos logros es una tradición de décadas, con una impronta popular cada vez más determinante. Una marejada de capturas destinadas a la perpetuación efímera del esparcimiento natural, sin nombres o rostros reconocidos, reconocibles, frente al lente o tras la cámara. Pero por ello mismo aquellas tomas nos resultan, con el tiempo, tanto más sugestivas.
Y reveladoras. En la ansiada historia futura de nuestra fotografía anónima habrá sin duda alguna inmersión profunda en la multitud de tomas playeras.
A esas prospecciones MICROMUSEO espera contribuir momentos pertinentes de sus colecciones. Entre otros, el ejemplar ahora destacado como Pieza del Mes no por su excepcionalidad sino por su indefinición y aparente modestia. Apenas el retrato incierto de un bañista popular —¿criollo?, ¿mestizo?— recostado en pose casi venusina sobre arenas no identificables.
El corte de la ropa de baño y del pelo insinúa una fecha poco anterior —o contemporánea— a la Segunda Guerra Mundial. Como lo hace también el recorte coqueto de la toma mediante una burda plantilla de sugerencias florales.
Un efecto decorativo, acaso cursi, que aísla y le otorga mayor sensualidad a la pose, pero contrasta con el rostro adusto del modelo, el rictus de sus labios, sus ojos severos. Tal vez en ese contrapunto podríamos fantasear el punctum de la toma. En el contraste entre la gravedad de aquel mirar y la plasticidad de su despliegue corporal, entre las pupilas recias enajenadas por la cámara y la mano que se quiere grácil sobre el muslo.
Algo se mutila en esa pose. Como en el recorte de la toma se amputan, atrás, arriba, apenas entrevistos, otros dos cuerpos echados. Tan sólo fragmentos, en realidad, que la distancia transfigura en segmentos lineales. Diagonales inversas a la del retratado, y complementarias a la casi vertical de un tabladillo a la izquierda. Los opuestos complementarios de un ordinario retrato playero, que deviene así una abstracción magistral. El azar objetivo.
Y su melancolía.
Adiós, verano.
Postdata
El azar objetivo, el mirar subjetivo. Arbitrario, extravagante incluso. Anexo aquí, como postdata lúdica, á la Warburg, algún antecedente clásico para la pose (Tiziano), y otro moderno para su contrapunto señalado con el mirar (Manet).
Dos referencias impensadas. impensables.
Las vidas paralelas de las imágenes.