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Garabato

Ana Rosa Benavides



2017 - 2018

Video / 02:30’

Colección MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")


Ana Rosa Benavides
Garabato
(El vuelo de las aves)

2017 – 2018
Video /  02:30′
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)

ZEN
VIDEO

   
*

   
GUSTAVO BUNTINX

 

“It is not these things alone
which make tearless Lima,
the strangest, saddest city thou can’st see.
For Lima has taken the white veil;
and there is a higher horror in this whiteness of her woe.

Old as Pizarro, this whiteness keeps her ruins forever new;
admits not the cheerful greenness of complete decay;
spreads over her broken ramparts the rigid pallor of an apoplexy
That fixes its own distortions”.

Herman Melville
Moby Dick
(1851)

   

Casi no podría concebirse un recurso más austero que el ensayado por Garabato, este precioso y tan llano video, este video zen de Ana Rosa Benavides, artífice cuasi secreta. Veinticuatro tomas fijas, opacas, de un mismo recorte del depresivo paisaje urbano en el distrito limeño de Miraflores, realizadas todas entre las 8 y las 9 de la mañana durante siete invernales días consecutivos. El montaje selecciona los momentos en que la quietud abatida de esas vistas se ve apenas alterada por el vuelo sutil, silente, de algún ave pasajera. Un recorrido siempre fugaz, a veces imperceptible, pero acentuado por la sinestesia de dos intervenciones artísticas en sincronía. Visual y sonora.

Captura del video
Garabato (El vuelo de las aves)
de Ana Rosa Benavides

En primer término, la inscripción digital que traza irregulares líneas blancas para demarcar la huella de esos tránsitos. Escrituras, celestes o arbitrarias (escoja usted), que van configurando, sobre la ciudad estática, un gradual “garabato”, precisamente. Hasta culminar en un diseño puro, con las solas líneas blancas sobre el fondo ya enteramente negro. La abstracción final.

Captura del video
Garabato (El vuelo de las aves)
de Ana Rosa Benavides

La abstracción final, en alto contraste, tras el tenue divagar sobre lo albo. Tal vez evocando, sin necesaria conciencia de ello, la contenida depuración metafísica en el cuadro Blanco sobre blanco, de Kasimir Malevich (1918). O la desbordada expansión mística sobre las manifestaciones de ese reiterado color en el impresionante capítulo XLII de la novela Moby Dick (1851).

(Izq.) Kasimir Malevich
Blanco sobre blanco
1918
Óleo sobre tela / 79.4 x 79.4 cm
Museum of Modern Art (MoMA), Nueva York
(Der.) Portada de la primera edición completa
de la novela Moby Dick, de Herman Melville
Nueva York y Londres: Harper & Brothers y Richard Bentley
1851

En ese flujo de asociaciones libérrimas Herman Melville inserta su celebre alusión “al blanco velo” nuboso que hace de “Lima, la sin lágrimas, la más extraña, la más triste ciudad que se pueda contemplar”. Una ascesis, teñida de melancolía, que el video depura, hasta sugerirse como un acto de contemplación pura.

El puro blanco de la mirada sobre el blanco sucio de la anodina, la desolada arquitectura moderna de nuestra ciudad sin polis. Su grisura sin grey, su desangelado cielo. Nuestro “cielo panza de burro”, según el punzante humor de Héctor Velarde. “Lima la horrible”, según la invectiva feroz de Sebastián Salazar Bondy, derivada de César Moro. Perdonen la tristeza.

La tristeza aliviada, sin embargo, por esas inscripciones gráficas. Y por su repercusión sonora. Es una sincronía mágica la que hilvana aquellas marcas con los sones exhalados por Nawang Khechog: el gran maestro de la flauta tibetana, expulsado de su patria durante la niñez por la expansión totalitaria del comunismo imperial chino. Tras once años como monje, aquel discípulo del Dalai Lama derivaría hacia las búsquedas musicales de la espiritualidad. Como solista, pero también en proyectos compartidos con renombrados artífices de la vanguardia internacional, como Laurie Anderson y Philip Glass.

Nawang Khechog, en trance musical
(Fotografía tomada del sitio web de Shambhala Publications)

Y ahora —sin saberlo— con la escondida Ana Rosa Benavides. En este video en apariencia mínimo, casi ínfimo. Pero incisivo: tras su apariencia austera, acallada, Garabato nos ofrece una profunda intensidad estética. Y ética. Y espiritual: un aire, un aura, un viento suave de calmas insinuadas en respuesta al Gran Ruido Contemporáneo. Nuestros devastados tiempos de ruido y de furia y de fealdad.

Y de beligerancias. Es del todo coherente que la composición de Khechog escogida por Benavides sea precisamente Seeking the Way, recogida en el álbum Sounds of Peace. Buscar, dibujar, el camino. O el aleteo.

Sonidos, senderos, de paz. Desde la contemplación, desde la sensorialidad. Otra vez, en sinestesia: atención a la sutileza musical de esas notas, pero también de esos trazos, de esos vuelos. El vuelo de las aves es el otro título de esta obra, el único que aparece al principio del video mismo. Y desde allí reverbera hacia cada registro.

Resonancias todas en las que se acentúa el Silencio. Y se profundiza el Misterio.

El de la contemplación como refugio.

Un arte finalmente religioso.

Re-ligare.

   

— CODA —

   

Religioso: el único otro desplazamiento en esas tomas es el de la distanciada —pero ominosa— grúa de construcción. Aunque perdida casi en lontananza, sus posiciones cambiantes inquietan, como inquietan las agujas de algún reloj inexorable.

Casi un punctum

No en la sola imagen sino además, sobre todo, en la inconsciencia de nuestra mirada.

[Chaclacayo, Lima,
septiembre del 2025]

La grúa de construcción en dos de sus posturas cambiantes
Capturas del video
Garabato (El vuelo de las aves)
de Ana Rosa Benavides

 


SINOPSIS

ANA ROSA BENAVIDES

   

Cartografía del recorrido de aves, dentro de un encuadre establecido que enmarca parte del distrito limeño de Miraflores, donde se pueden observar una variedad de edificios, casas, antenas, árboles y grúas de construcción.

La filmación se realizó durante una semana, del viernes 17 al viernes 24 de junio del 2016, en el horario de las 8 a las 9 de la mañana. Lo que observamos son veinticuatro fragmentos, veinticuatro vuelos de aves de los siete días de grabación.

La canción Seeking the Way (Buscando el camino), del músico tibetano Nawang Khechog, se eligió con el fin de tener una pauta para la edición. La simpleza de los sonidos de vientos funcionó para acompañar y permitir que el vuelo de las aves no pierda su protagonismo.

Finalmente, lo que encontramos dentro de un encuadre especifico de la ciudad, es un garabato a modo de cartografía.

Notas

*. TRANSPARENCIA:

La entera redacción de este escrito se realizó sin recurrir a frases o composiciones elaboradas mediante la Inteligencia Artificial.

La responsabilidad total por las ideas así ofrecidas —y por sus giros de expresión— recae de manera absoluta en la condición humana del autor.

Y en sus fragilidades.

 

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