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PERUVIAN BEAUTY /
/ CENTRO DE ESTÉTICAS

Patricia Bueno Risso


2004

Video / 03:04'

Colección MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")

marzo

2025

Patricia Bueno Risso
Peruvian Beauty /
/ Centro de estéticas

2004
Video / 03:04′
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)

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El 08 de marzo,
dicen,
es el
Día Internacional de la Mujer.

Y en juego deliberado con ese designio
MICROMUSEO
privilegia como su
Pieza del Mes
la precisa contemplación de una mujer
—Patricia Bueno—
sobre la autocontemplación
—irónica, crítica, artística—
de dos artífices mujeres
(Claudia Coca / Susana Torres).

Pervian Beauty / Centro de estéticas:
un momento de excepción
en el videoarte peruano,
por razones que el texto aquí ofrecido
procura apenas amagar.

Para ofrecer así,
además,
un complemento pertinente
a la actual exposición retrospectiva de Coca
en el Instituto Cultural Peruano Norteamericano.

Una muestra necesaria
a la que MICROMUSEO ha contribuido
con el préstamo de cuatro grandes obras
de su colección.

Un aporte que ahora enriquecemos,
desde los extramuros virtuales
de esa experiencia presencial,
mediante la difusión web de esta otra creación,
asociada también a Coca
(y a Torres),
pero no visible en la galería.

Esta crucial mirada otra
sobre la “belleza” nuestra
concebida como re-construcción,
como contradicción y complejidad.

Como palimpsesto.

Sexual / Racial.

Estético / Cosmético.

(Puro
Perú)

.

 


CAMPO
DE BATALLA

GUSTAVO BUNTINX

  

El video Peruvian Beauty / Centro de estéticas, de Patricia Bueno Risso, define algunos tránsitos decisivos en la impresionante trayectoria de su autora. Y en las derivas críticas de nuestro arte todo.

Todo ello a pesar de su duración mínima (apenas tres minutos). Y de su concepción dizque “accesoria” al proyecto múltiple de mismo nombre para el que fue elaborado: la exposición bipersonal de Claudia Coca y Susana Torres acogida en mayo del 2004 por la Sala Luis Miró Quesada Garland de la municipalidad del distrito limeño de Miraflores.(1)

La muestra reunía cuadros, instalaciones, ceramios, infografías, incluso performances, además del propio video. Todo articulado como un contrapunto de travestismos donde la pintora considerada “mestiza” (Coca) se autorretrataba siempre según modelos de estética “occidental”, en tanto que la expositora de apariencia “blanca” (Torres) lo hacía de acuerdo a supuestos patrones de belleza “nativa” o “morena”. (Las pruebas de ADN evidenciarían luego cuán engañosas o arbitrarias resultan tales categorizaciones raciales, y por lo tanto cuán certera era la sospecha artística que Peruvian Beauty arrojaba irónicamente sobre ellas).(2)

Lichtenstein vs. Huayco, Modigliani vs. Sabogal, Klimt vs. Laso, Ingres vs. Rugendas, Rubens vs. Guaman Poma… Un museo imaginario de musas invertidas, dislocadas, transfiguradas… Ya durante la década anterior Torres había explorado un juego similar de trastrocamientos, con imágenes yuxtapuestas de mujeres “exóticas” y “cosmopolitas” —a veces ella misma— expropiadas de reproducciones de Paul Gauguin o Alberto Vargas (Ta matetita, 1996). Y a comienzos de este siglo Coca hurgaba los aspectos más personales —incluso cutáneos— del autorracismo nuestro, desde la propia historia familiar (Mejorando la raza, 2000). Al eslabonar ambos vectores, Peruvian Beauty —el video, al igual que la exposición— logra importantes inflexiones adicionales. La construcción crítica, pero además lúdica, erótica, de modelos alternos de belleza propia desde la pluralidad prodigiosa de razas y culturas en nuestro país, tan entreverado como diverso.

A esos goces la mirada de Bueno proporciona aportes suyos de artificio y de inteligencia. Y de juego: hay también un elemento de (auto)ironía en el tono exaltado de estas tomas, realizadas casi todas en una auténtica peluquería de mujeres, el “Salón de Estética ‘Bellezza’” (así, en italiano). Un “taller otro”, en el que las expositoras deliberadamente posan para el retrato fotográfico que las captura bajo las secadoras siderales de pelo, pero cotejando no revistas de modas sino fascículos de arte. Una fotoperformance, un “cuadro vivo” —alegórico— en el que estética y cosmética colapsan sus diferencias.

Claudia Coca / Susana Torres
[Cosmética / Estética
(Salón de bellezas)
]
2004
Fotoperformance / Cuadro vivo
(Fotografía: Hugo Martínez Garay)

El Salón de Belleza. O de bellezas, en plural: lo esencial del video encadena primeros planos de los afeites profesionales allí prodigados sobre los rostros y los cuerpos de Torres y de Coca. Con inserciones precisas de fragmentos de sus obras respectivas. Al ritmo de los hipnóticos compases de Steve Lawer.

Un desborde sensorial, pero siempre analítico. Casi la primera imagen que en ese collage aflora es la del maniquí. En realidad, dos: la “rubia”, la “morocha”… Entre comillas ambas, como las identidades impostadas por los cuerpos de las artífices, maniquíes también ellos.

Fotogramas de maniquíes
(la “rubia”, la “morocha”)
en el video Peruvian Beauty / Centro de estéticas
de Patricia Bueno Risso

Fotograma de Susana Torres, ya teñida pero aún sin maquillaje,
ostentando a la Virgen Inmaculada sobre su remera
en el video Peruvian Beauty / Centro de estéticas,
de Patricia Bueno Risso

El maniquí de los cuerpos. Y el de las almas: atención a la proyección fugaz, fantasmal, de la Virgen. Inmaculada. Impresa sobre la camiseta que recubre parcialmente a Torres. Aún impoluta. Con el rostro todavía intocado por maquillaje alguno. En contrapunto, casi, con el cuerpo enteramente pintado sobre el cuadro donde es más bien Coca quién se nos ofrece como Virgen. Apocalíptica: aunque el video no lo evidencie, a sus pies la Gran Sierpe se agita. Con los rasgos superpuestos de la autora misma. ¿Diabla o santa?

La Virgen pintada sobre el cuadro de Claudia Coca (Arr.)
e impresa sobre la camiseta de Susana Torres (Ab.):
fotogramas borrosos, por veladura digital,
en el video Peruvian Beauty / Centro de estéticas
de Patricia Bueno Risso

¿”Criolla” o “andina”? La “mestiza” Coca se modela en un cuadro religioso de la Escuela Limeña que se pretendía reflejo de la española. La Torres “blanca”, en cambio, lo hace en el retrato de una noble indígena de la Escuela Cuzqueña… en la que España se refracta.

(Izq.) Claudia Coca
Autorretrato como Virgen
(d’après Escuela Limeña, siglo XVIII)

2004
Óleo sobre tela
Colección particular, Lima
(Der.) Susana Torres
Autorretrato como curaca
(d’après Escuela Cuzqueña, siglo XVIII)

2004
Acrílico sobre tela
Colección particular, Lima
(Cuadro luego completado con el añadido
de una botella de Inca Kola
en la mano de la retratada)

Alianza y lucha de identidades desde un pasado virreinal que legó algunos fulgores (el esplendor letrado del quechua, por ejemplo), y tantas penumbras. Como el prejuicio supérstite en una expresión racial / sexual que este video trastroca al colocarla literalmente en las bocas de ambas artífices: “no es lo mismo un desnudo griego que un cholo calato”. (Piénsese en la diferencia entre “the nude and the naked”, o viceversa, meditada por Kenneth Clark).

El dicho, importa precisarlo, no resulta audible en el video, cuya entera banda sonora es la musical. Pero silenciarlo así lo vuelve atronador, icónica y conceptualmente. Sensorialmente. Desde la lectura sugerida de los labios. (Hiper)maquillados. Hasta su desciframiento en los carteles que le otorgan movimiento e impacto a los recursos tipográficos consagrados internacionalmente por Barbara Kruger.

“No es lo mismo un desnudo griego que un cholo calato”:
secuencia de fotogramas en el video
Peruvian Beauty / Centro de estéticas
de Patricia Bueno Risso

Esto que para algunas miradas pareciera derivativo es en realidad culminante. (Suele suceder que sólo en nuestras periferias “provincianas” las relativas audacias formales del centro “imperial” alcancen su sentido más radical. Contextual). Pero además en esa (contra)transferencia se configura uno de los recursos distintivos para la metabolización artística de la propuesta de Coca y Torres reformulada por el video de Bueno. Un visible rasgo propio al que se le suma la superposición continua de tomas para lograr cierto mestizaje otro —tecnológico— de las imágenes. Las veladuras digitales de una fantasmagoría. Un palimpsesto. Virtual. Cultural. Carnal.

Son así de particular interés los momentos en que ambas soluciones técnicas confluyen. Como en el díptico de rostros opuestos, seccionados, desdibujados —pero ambos maquillados— que sirve de fondo al fotograma-titular del video (ver la imagen que da apertura a esta publicación). O aquella composición aún más encimada, más onírica y barroca al mismo tiempo, que sin embargo sostiene la contundencia gráfica de cierta consigna célebre en el arte de Kruger. Aquí sutil, crucialmente modificada. “MI cuerpo es un campo de batalla”, reza la frase escogida, traduciendo en primera persona el llamado a la persona segunda en su versión original (“YOUR body is a battleground”).

“Mi cuerpo es un campo de batalla”:
fotograma en el video
Peruvian Beauty / Centro de estéticas
de Patricia Bueno Risso

(Izq.) Natalia Iguíñiz
Mi cuerpo no es el campo de batalla
2004
Offset sobre papel / 118 x 64.3 cm
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
(Der.) Barbara Kruger
Untitled
(Your Body is a Battleground)

1989
Serigrafía sobre vinilo / 284.48 x 284.48 cm
Colección The Broad, Los Angeles

Se preserva, en cambio, el sólido recuadro de letras blancas sobre la franja roja que las resalta. Ese mismo año, es interesante, un afiche de Natalia Iguíñiz —contra la violencia sexual ejercida sobre las mujeres nativas— rearticula la misma oración en negativo, y modifica en extremo el lenguaje visual de la fuente compartida. Se procuraba allí una radicalidad distinta, local, de contenidos propios. Pero, por paradójico que parezca, también la mayor fidelidad al modelo internacional en Peruvian Beauty propone un ethos radical, una estética (im)propia. Y en esa recreación aquel lema marcial, la guerrera bandera conceptual de Kruger, deviene ahora, desde su cromática misma, una bandera peruana.

O su puesta en abismo: en el video aquella frase se impone, reiteradamente, sobre la transfiguración pictórica de Torres en la morena lavandera de Francisco Laso (1859), lavando ahora nuestra “rojiblanca”. (Una de tantas derivas de La vandera, la valiente primera exposición de esa pintora, realizada durante las ominosas fiestas patrias de 1995). Y en otro fotograma es claramente una bandera gráfica la que explicita mediante palabras el axioma implícito del fluir de estas imágenes: “Ya no somos espectadores, sino actores de una performance”.

“Campo de batalla”:
fotograma con detalle del autorretrato de Susana Torres
como la lavandera morena de Francisco Laso,
lavando la bandera peruana,
en el video Peruvian Beauty / Centro de estéticas,
de Patricia Bueno Risso

“Ya no somos espectadores sino actores de una performance”:
fotograma en el video Peruvian Beauty / Centro de estéticas,
de Patricia Bueno Risso

Pero obsérvense, otra vez, las veladuras digitales. El palimpsesto desde el que asoman sendos pares de ojos. Casi la primera imagen que aflora en Peruvian Beauty es la del maniquí, decía al iniciar este texto, todavía preliminar. Lo concluiré, por el momento, señalando que la imagen absolutamente primera —y reiterada, incontables veces— es la de los ojos. El régimen escópico. 

Los ojos, el mirar, la mirada. “Enmascarada”: atención a esos primerísimos planos faciales. Y a la atención que en ellos se derrama sobre el fulgor paradójicamente obtenido por las “sombras” cosméticas de los párpados. Y por los acercamientos extremos a las operaciones metálicas del rizador sobre las pestañas. Con el ojo forzadamente abierto. Como en cierta escena incisiva —la literal navaja— de Un perro andaluz, el provocador filme vanguardista (1928) realizado por Luis Buñuel en colaboración con Salvador Dalí.

(Arr.) Fotograma del rizado de pestañas en el video
Peruvian Beauty / Centro de estéticas,
de Patricia Bueno Risso
(Ab.) Fotograma previo al corte ocular
en el cortometraje Un perro andaluz,
realizado por Luis Buñuel
en colaboración con Salvador Dalí
1928

En Peruvian Beauty, sin embargo, la intención no es “surrealista” sino “hiperreal”. No un corte abismal hacia lo insondable de la psique, sino el afeite cosmético que lo re-viste. Para rizar el rizo —expresión exacta— de todo lo profundo que sólo en la vana superficie se revela.

Se rebela: “la frivolidad es una filosofía”, escribía Abraham Valdelomar. Y es una estética mayor lo que en la cosmética se agita.

Casi como en el flamear de una bandera. O en su pestañear, precisamente. Que a otras pestañas —y pupilas— apunta. “La belleza está en los ojos del observador”, sugiere la frase de William Shakesperare que este video hace suyo. Pero el placer (le plaisir) de ese mirar puede derivar también en el goce (la jouissance) de quien se sabe así observado. Observada.

O acosada. Es un doble filo el de la navaja ocular. Y en esa cuerda floja Peruvian Beauty equilibra sus tensiones. También sexuales, también raciales.

También artísticas. ¿Quién necesita arte —pareciera decirnos este video— cuando podemos vivir en el artificio? Autocontemplado.

Pero en ese juego especular, en ese intercambio de fluidos —oculares— el artificio tórnase otra vez arte. Crítico.

“Ilusión mas no reflejo”:
latencia del busto de Claudia Coca
bajo el de un cuadro de Amadeo Modigliani, en veladura digital.
Fotograma del video
Peruvian Beauty / Centro de estéticas
de Patricia Bueno Risso

Y seductor: “Ilusión mas no reflejo” / “Reflejo mas no ilusión”, recita alguno de los lemas intercambiables que también define al video de Bueno. Un juego  reversible que revierte —pervierte— a Baudrillard. “Seducir es morir como realidad” escribía aquél, “para renacer como ilusión”.

Pero también la ilusión es realidad.

¿Lo Real? (Lacan).

Nota bene

Entre tantas otras gracias, propias, Peruvian Beauty testimonia la culminación de las colaboraciones artísticas entre Coca y Torres, incluyendo varias de alto riesgo. Pero también marca el inicio de las que asociarían a esta última con Bueno y su hija, la cineasta Claudia Llosa, quien en este video realizó trabajos de cámara. Casi de inmediato ella empezaría la filmación de Madeinusa, su opera prima, cuya concepción visual recayó precisamente en Bueno y Torres. Ambas luego asumirían la dirección de arte en La teta asustada, el segundo largometraje de Llosa.

Es difícil exagerar la impronta seminal —ovular— que esas películas han dejado para las redefiniciones contemporáneas de nuestro imaginario no sólo fílmico, sino artístico en general. El desborde icónico de aquellas producciones, su derroche escenográfico, es un hito crucial en la historia proteica del (neo)barroco peruano.

Amplio tema para reflexiones adicionales.

Por venir.

(Lima, 08 de marzo del 2025)

“Mi cuerpo es un campo de batalla”:
fotograma del video
Peruvian Beauty / Centro de estéticas,
de Patricia Bueno Risso
Notas

1. Transparencia: el autor mantiene con Susana Torres vínculos no sólo conyugales sino además amorosos.

2. Para quienes gustan perder su alma en las estadísticas: pruebas genéticas posteriores revelarían en Torres un mestizaje exacto, con 96.3 % de su ADN paritariamente derivado de ancestros “europeos” e “indígenas americanos”. También asoma un 1.7 % “africano subsahariano”… con algún resto “árabe” y otro “indeterminado”. El laberinto de la choledad (Guillermo Nugent). Desde el que la artífice (son)ríe.

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