Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Scroll to top

Top

QUISTOCOCHA

Christian Bendayán


2001

Esmalte sintético sobre plástico /
/ Tríptico: 250 x 150 cm, c.u.

Colección MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")

enero

2025

Christian Bendayán
Quistococha
2001
Esmalte sintético sobre plástico /
/ Tríptico: 250 x 150 cm, c.u.
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)

PREVIO

OTRAS
SIERPES
OTRAS
   

La serpiente, en el zodiaco oriental,
combina los atributos de la astucia y la sabiduría.
También los de la regeneración:
el cambio de piel.

Pero en otros contextos,
—nuestro Perú excedido, por ejemplo—
además despierta el Eros interpretativo de lo fálico,
en combinación incitante con el Thanatos.

Ambivalencias de cautivante pertinencia
para el abrumador Año Nuevo Chino
que durante esta semana lunar se inicia.
Entre guerras milenarias e ilusiones sin tiempo.

Un sobregiro de emociones,
que lo son asimismo de sensaciones.
Los poderes renovados de lo sensorial.

También en la política, también en el arte.
En el despertar volcánico de su corporalidad.

En reacción casi instintiva a todo ello
MICROMUSEO
privilegia como su Pieza del Mes,
en estas celebraciones ofídicas,
una de sus obras más insolentes y provocadoras:

Quistococha,
el desbordado tríptico de banderolas
con que Christian Bendayán
desafía todos los sentidos.
Y el Sentido mismo.

Imágenes sacro-procaces
cuyas controversias no nos impidieron,
sin embargo,
agitar sus estridencias
en los contextos más refinados.

Estrategias friccionarias,
cuyo principio dinamizador
—reza nuestro Manifiesto de Viaje
es no reprimir sino productivizar las diferencias.

Como  cuando exhibimos estas insolencias
desde la jerarquía mayor
de los grandes arcos neoclásicos
en el gran palacio europeo
del Museo de Arte Contemporáneo de Santiago
que tan generosamente nos fue otorgado
para la tercera y culminante versión
de Lo impuro yo  lo contaminado,
nuestra curaduría insignia
en la Trienal de Chile.

Un emplazamiento histórico
que adquiere renovado ardor
en el albor mismo
del Año de la Serpiente.

Para recordarnos,
siempre,
que son también otras
nuestras sierpes Otras.

Exhibición privilegiada
del tríptico Quistococha
de Christian Bendayán
en la exposición
Lo impuro y lo contaminado III,
curada por MICROMUSEO
en la Trienal de Chile
(Patio interior
del Museo de Arte Contemporáneo – Parque Forestal,
Santiago de Chile)

SACRO
PROCACES
(*)

 

GUSTAVO BUNTINX

  

El de Christian Bendayán —lo he dicho tantas veces— es un arte de estilos fracturados, lenguajes hechos pedazos. Y, sin embargo. recompuestos desde sus propios quiebres, con sus fragmentos mismos. Un bricolaje de mitos nuevos construidos con despojos de los ya derrotados. Como en las irradiaciones sincréticas de culturas tecno-tropical-andinas cuya (post)modernidad chirriante permea a las industrias de la música y del espectáculo para desde allí redefinir los imperativos contemporáneos de nuestra visualidad de masas.

También los de cierta plástica erudita. Y resulta elocuente que sea un artífice nacido entre las estridencias y vibraciones de la amazónica ciudad de Iquitos quien ha sabido llevar esta renovación a los espacios protegidos del arte. Esta perturbación: Bendayán (des)articula sus cuadros con imágenes y materiales que ponen en rudo roce, sobre un mismo soporte, las culturas opuestas que, sin embargo, en el Perú se interpenetran y se entremezclan con rabia y dicha y amorosa violencia. En sus trabajos conviven pinceladas al óleo del más refinado academicismo con chabacanos brochazos de esmalte o pintura látex —e incluso pedazos de espejos rotos a la usanza de cierta decoratividad vulgar. La intensidad “académica” de algunas representaciones contrasta así, en una sola obra, con la formalidad ruidosa de una estética callejera o de cantina. O de pobretona sala-de-estar.

Christian Bendayán
El pintor Luis Cueva Manchego, Lu.Cu.Ma.
2000
Óleo y esmalte sintético sobre tela /
/ Tríptico. Panel central: 160 x 150 cm. Paneles laterales: 160 x 75 cm, c.u.
Colección MICROMUSEO
(“al fondo hay sitio”)
(Fotografía: Daniel Giannoni)

La coexistencia de lo irreconciliable. Hay allí, sin duda, un señalamiento de nuestra (post)modernidad hecha pedazos —y sus recomposiciones populares (véase el notable tríptico dedicado a Luis Cueva Manchego, Lu.Cu.Ma., el pintor antes presidiario y a veces callejero de la amazonía peruana). Pero también aflora, a borbotones, una gozosa reivindicación de la pintura misma como vehículo pleno y apto para la expresión de esa complejidad. Una celebración marcadamente erótica, aunque no menos crítica por ello, como lo indica la sexualización sesgada de buena parte de las efigies así elaboradas. Sin por ello perder la tensión religiosa que recorre momentos decisivos en la producción de Bendayán.

Una demostración culminante podría ser nuestra actual Pieza del Mes: el impresionante tríptico dedicado a Quistococha (2001), la “laguna de Cristo” que, cerca de Iquitos pero en medio de la selva, vincula creencias espirituales y prácticas hedónicas. Esa reserva ecológica es además balneario turístico y espacio habitual de esparcimientos que saben de excesos.

La denominación mística alude a la legendaria intervención milagrosa del sacerdote que, para ahuyentar cataclismos y desolaciones, arrojó hace siglos un crucifijo a la vulva de aquellas aguas. Con un estremecimiento atronador emergió entonces una boa gigantesca, que luego desaparecería para siempre entre silbidos inquietantes, devolviéndoles la tranquilidad a los nativos.

Anónimo popular
La leyenda de Quistococha
Mural auspiciado por la cervecera Backus
en el Centro Turístico Quistococha
ca.
2000

La tranquilidad, en alianza y lucha con el goce (la jouissance). Como en estas banderolas inmensas (también ese formato publicitario es significativo) cuyos brochazos de esmalte confunden con alevosía iconografías sacras y procaces. En el despliegue central, sobre un “cursi” fondo fucsia, se eleva el rostro sufriente pero impávido de El Nazareno, fecundando las aguas míticas con sus lágrimas de sangre que devienen esperma: el coito primordial entre natura y cultura, desde una religiosidad sincrética que transfigura incluso a los ángeles en mariposas, para desplegar sobre sus alas algún estereotipo bucólico-turístico de la Amazonía. Un imaginario exuberante y a la vez degradado por las estéticas del arte-disco, de la luz negra, de la sensorialidad más aturdida y burda.

Detalles de la impregnación mística de las aguas (arr.)
y de los desbordes pulsionales (izq.)
en el tríptico Quistococha,
de Christian Bendayán

Pero no menos sublime por ello. “ALELUYA”, entonan los cánticos invertidos —invertidos— en las banderolas que circundan a la figura crística con representaciones de absoluto desborde pulsional. A la izquierda, un vórtice cromático de artificios celestiales sirve de soporte para el combate lúbrico entre el otorongo y la boa, los animales totémicos de la selva. Al extremo otro, aquella gran serpiente, la serpiente-madre, atraviesa las interioridades —anal / bucal— de la tan popular “Mujer Boa”, la sexual bailarina que encendía a las multitudes en los recreos musicales de Quistococha, justamente. Sobre aquellas paredes Bendayán encuentra las ilustraciones que todavía en el 2007 reinterpreta mediante otros cuadros con la denominación quechua de la Huarmi Boa: ese ser fabuloso descrito en los mismos murales como una  “bella nativa, mitad mujer, mitad boa”, que “realiza una danza sensual, frotando a las serpientes por entre sus piernas y las ama noche y día”.

 

Anónimo amazónico
Huarmi Boa
(Detalle)
s.f.
Esmalte sintético sobre pared,
en el ingreso al parque de la laguna de Quistococha, Iquitos
(Fotografía: Christian Bendayán)

Christian Bendayán
Huarmi Boa 1
2007
Óleo sobre tela / 150 x 150 cm
Colección particular, Lima

Aquellas pinturas posteriores de Bendayán incorporan referencias adicionales tan inesperadas como El nacimiento de Venus, de Botticelli, en sus desplazamientos hacia ciertos logotipos del programa Photoshop… y alguna discoteca de Iquitos. Todo en psicodélica alternancia con platillos voladores y caricaturas planetarias.

Lo “clásico” y lo “(sub)moderno”, lo “refinado” y lo “chabacano”, pictóricamente entreverados por Bendayán en el acto mismo de realizar esos cuadros escuchando los compases hipnóticos de Venus: la canción emblemática de Los Pakines, esa histórica banda que hace cincuenta años trastornó con su “Sonido Elegante” (así se presentaban) a la cumbia peruana.

Lo impuro y lo contaminado como nuestra seña de identidad más auténtica. Y voluptuosa: es también una oda al mestizaje desenfrenado lo que en Quistococha se exalta desde la opulencia carnal de su modelo vivo. Las protuberancias obscuras de la inolvidable vedette Martha Chuquipiondo, en cuyo penetrante cuerpo penetrado la vulgaridad revela todas sus glorias.

“ALELUYA”.

Christian Bendayán
El encuentro del Amazonas
2012
Óleo sobre tela / 260 x 360 cm
Colección particular, Lima
Coda

La Revelación: hay todavía otras pieles de sentido en ese ofidio de cambiantes pieles plásticas que es el arte de Christian —Cristiano— Bendayán.

Cristiano, atención a ese nombre: ¿podríamos intuir una semblanza desplazada del propio pintor, inconsciente acaso, en el rostro sin cuerpo del Jesús ofrendado por Quistococha? Un autorretrato críptico, crístico. En otras grandes panorámicas selváticas —El encuentro del Amazonas, 2012, verbigracia; o La Última Cena de los antropófagos, 2022— es la cabeza decapitada de Bendayán (¿su castración?) la que se brinda como sacrificio para complejas alegorías de connotaciones míticas, místicas, sensoriales. Como en tantos imaginarios religiosos (piénsese en la Medusa, piénsese en Inkarri, piénsese en San Juan Bautista).

Christian Bendayán
La Última Cena de los antropófagos
2022
Óleo sobre tela

Detalles de cabezas decapitadas
en las obras de Christian Bendayán más arriba reproducidas

Connotaciones sobre todo sexuales, en la dimensión más pulsional y convulsa de esa categoría. Como en las violencias lúbricas que enmarcan y tensionan y exaltan al suplicio sereno del Salvador en Quistococha. La sublimación confrontada por los propios tormentos que ella procesa. La venustidad y sus grotescos.

“Odio a la estética de la belleza” —exclamaba el pintor en 1999— “y estoy decidido a investigar en la verdad que se esconde tras el comportamiento sórdido del ser humano”. El alma nueva de una corporalidad excedida, travestida, que se proyecta desde la mitología más ancestral hasta sus ramplonas versiones turísticas o discotequeras, reelaboradas en Quistococha con una poderosa mezcla de inteligencia y avidez.

Y de espiritualidad. Que nadie sea llamado a error: tras lo escabroso de estas figuras se agita el aleteo de lo sagrado.

O sus rugidos.

(1999 – 2025)

Christian Bendayán
Huarmi boa 3
2007
Óleo sobre tela / 150 x 150 cm
Colección particular, Lima
Notas

* Este texto reelabora y expande conceptos articulados en otros ensayos del autor concebidos para las siguientes exposiciones:

   Emergencia artística  (1999)
   Edén
  (1999)
   Contaminados
 (2001)
   Lo impuro y lo contaminado [I]  (2002)
   Cristiano (2004)
   Lo impuro y lo contaminado [II] (2007)
   Lo impuro y lo contaminado III  (2009)
   Indios antropófagos  (2019)

← Anterior