GUSTAVO BUNTINX

  

Un tiempo atrás, Jorge Salazar —compañero de utopías con el Colectivo Sociedad Civil, hace un cuarto de siglo— me invitó a ver telas incitantes de un poco conocido “pintor de provincia”. Era RUBEN SAAVEDRA COBEÑAS, quien desde Chiclayo mostraba ya un vigoroso pulso artístico, a la búsqueda de cierta pulsión propia, distintiva. Así se lo comenté a Coco, resaltando los cuadros entonces incipientes de interiores colmados de otros cuadros, pero sin una direccionalidad precisa. Meses después, esas representaciones todavía domésticas lograron un salto cuántico hacia la ultrafiguración alegórica que hoy articula una portentosa reflexión, desde la historia del arte, sobre nuestra historia a secas.

Nuestra historia a secas, empapada por los sueños húmedos de la praxis cultural que transfigura y repara sus tantas heridas. Y nos devuelve a la ilusión libidinal del arte, a su Eros esencial, en estos tiempos desangelados donde la cultura hegemónica quisiera abismarnos en el Thanatos. En abierta disidencia con esa obscuridad dominante, la de Saavedra se nos ofrece como una creatividad luminosa, en términos tanto CONCEPTUALES como PLÁSTICOS.

CONCEPTUALES: atención a su inteligencia radical. Y crítica. Su intuición brillante de nuestro devenir colectivo como laberinto abierto, no como senderos lineales, maniqueos, sectarios. Los mandatos pueriles de lo “políticamente correcto”. Aquí confrontados por lo poéticamente incierto. La comprobación esencial de que el arte —el arte vero— se construye desde la contradicción y la complejidad.

PLÁSTICOS: atención al compromiso absoluto de estas pinturas con el acto mismo de pintar. Un ejemplo prodigioso de lo que en otros contextos he intentado teorizar como un nuevo horizonte de inteligencia y de rebeldía para la creación que se atreve a confrontar sus propios agotamientos: La REMATERIALIZACIÓN DEL ARTE, El ARTE-NO-CONCEPTUAL.

¿Podría éste ser un umbral nuevo, actual, en algo análogo a lo que a finales de la década de 1980 significó la irrupción del imaginario desbordante de Moico Yaker y Mariella Agois? ¿O el que a principios del milenio se derrama desde los avatares diversos del proyecto A Imagen y Semejanza (Ángel Valdez Rosales, Alfredo Márquez, et al.)? ¿O el de las emisiones pictóricas de Christian Bendayan? Por mencionar sólo tres de las varias rupturas decisivas vinculadas al registro sensible de las exploraciones de Saavedra.

Tanto que re-flexionar. Pero el formato de un post no es el adecuado para la expresión total de mi Deseo. Una excitación que me llevó, en aquellos remotos encuentros iniciales, a endeudarme para incorporar a las colecciones de MICROMUSEO algunos de los primeros cuadros alegóricos de Saavedra.

Un arrebato que ahora siento reivindicado al visitar Dialécticas de la ironía, su espléndida muestra en el nuevo espacio Plano Libre. Allí acudí con dos de nuestros hijos, Fátima y Santiago Salvador, lamentando las distancias físicas que nos separan de Aura Verónica (y de Susana Torres Márquez, madre de todos ellos). Me importaba confrontar mi mirada con la de ellos. Y las de todos nosotros con la del propio artífice, quien nos recibió acompañado por José Herrera, promotor de la experiencia.

Un privilegio los intercambios así logrados. PARA OTRA VEZ CREER EN EL ARTE.