BESTIARIO INMÓVIL
Semblanza recuperada
de Antonio Pareja Sulca
21 de febrero
2023
Jorge Salazar saluda al expositor en la inauguración de la muestra
Metamorfosis:
agonía y redención en el arte transfigurado
de Antonio Pareja Sulca
Agradecemos a Jorge Salazar el que haya reeditado en FaceBook
esta apreciable semblanza de Antonio Pareja Sulca,
originalmente publicada por Caretas, hace más de diez años.
Ese rescate se vio motivado por la inauguración, anoche mismo,
de la exposición de MICROMUSEO dedicada a ese notable artífice.
A continuación transcribo los contenidos de aquel reportaje antiguo,
reproducido como facsímil al final de este post.
BESTIARIO INMÓVIL
Probablemente ANTONIO PAREJA sea el escultor peruano con la “hoja de ruta” más extraña y fantástica conocida. Los artistas nacen con un talento que a temprana edad hacen evidente y desarrollan. Antonio es la excepción a la regla. Aunque a sus 74 años la memoria le empieza a jugar en contra, este escultor no tuvo contacto alguno con el arte sino hasta adulto y de manera fortuita cuando empezó a trabajar limpiando las aulas de la escuela de artes de la universidad Católica.
Nació en Huancarucma, Ayacucho. Tenía alrededor de 10 años cuando caminó con su padre —huyendo de una hambruna por sequía— 5 días hasta encontrar un camino por el que pasara un vehículo que los llevara a Ica. Recién entonces fue a la escuela. Creció y era indocumentado. En esos tiempos, una de las pocas formas de resolver eso era entrando al servicio militar. Lo hizo. Era la década del 60 y no sólo fue enviado a Mazamari a combatir la guerrilla de José De La Puente Uceda, sino que fue él quien capturó a Lobatón. Luego trabajó de grifero en la Av. Argentina y durante 14 años también como soldador en metalmecánica. Más tarde supo que en la PUCP buscaban un soldador de estructuras. Perdido en Pando vio a una alumna luchando con la soldadura y la ayudó. Nadie supo de la plaza de soldador pero sí de la de limpieza para las aulas. Quedó contratado. Rápidamente los alumnos supieron que Antonio era soldador y solían consultarlo.
Un día, durante la hora de almuerzo, se durmió bajo un árbol. Soñó que estaba frente a un río caudaloso, apareció un toro, lo tomó de la cola y cruzó el río. Despertó, tomó arcilla de un aula e hizo el toro, su primera escultura. Un alumno le sugirió hacerlo en un material no perecible. Buscó entre las aulas un pedazo de piedra. Casi once meses le tomó hacer el toro de su sueño en los ratos libres y con herramientas de la escuela. La entonces directora —Anna Maccagno—, lo vio y preguntó quién lo había hecho. Ahí emergió el talento de Antonio Pareja como escultor. Por no haber recibido formación alguna, nunca llegó a ser profesor en la escuela pero sí ayudante de talleres. Los alumnos que lo conocieron lo llaman, con inocultable afecto, “maestro”.
Antonio vive en la calle polvorienta de un pueblo joven en las afueras de Lima. Este autodidacta trabaja sus esculturas en madera, metal y piedra, imprimiéndoles una particular mezcla de lo andino, popular y contemporáneo. Ha realizado decenas de exposiciones individuales y colectivas en el Perú y en el extranjero. Con sencillez y humildad, es el escultor que llegó del interior y por azar un día se vio en la escuela más culta y exclusiva del país buscando trabajo como soldador. Ahí cambió su vida. Pareja sólo dejó de barrer las aulas de artes el día que se jubiló.
(Jorge Salazar)