EVOCACIÓN Y FELICIDAD
Ticio Escobar
asume la Secretaría de Cultura del Paraguay
Gustavo Buntinx
10 de agosto
2008
Ticio Escobar,
en rigurosa tenida blanca.
EVOCACIÓN Y FELICIDAD
TICIO ESCOBAR
ASUME LA SECRETARÍA DE CULTURA DEL PARAGUAY
Breve anuncio de felicidad. Personal y cultural y política:al asumir Fernando Lugo la presidencia del Paraguay, esta semana recibirá el cargo de Secretario de Cultura, con rango ministerial, Luis Manuel Escobar Argaña. Más conocido como Ticio, Escobar ha trazado, desde la década de 1980, uno de los vectores críticos decisivos para la radical renovación de la reflexión artística que a partir de entonces América Latina viene experimentando. Sus aportes van desde textos fundacionales para esa nueva historia del arte hasta teorizaciones de incisiva importancia para nuestros contextos de aparente marginalidad –a veces con títulos tan sugestivos como El arte fuera de sí o Los parpadeos del aura.
Una dedicación conceptual articulada al compromiso permanente con las culturas nativas, así como con las luchas por la democracia y la ciudadanía. Todo ello le significó a Ticio persecuciones y carcelerías y torturas durante la dictadura de Stroessner, pero también la posibilidad posterior de cristalizar iniciativas culturales de primer orden, tanto a nivel municipal y estatal como privado: a sus brillantes gestiones en la municipalidad de Asunción y en bienales diversas se le suma ese referente continental que es el Centro de Artes Visuales – Museo del Barro, materializado gracias a las generosas iniciativas compartidas entre Ticio y artífices como Carlos Colombino, Ricardo Migliorisi y Osvaldo Salerno.
En varios aspectos (no necesariamente en todos), MICROMUSEO plantea explícitamente su afinidad a los postulados del Museo del Barro. Y el año pasado ambos proyectos compartimos fraterna escena en la Bienal de Valencia, donde las colecciones y propuestas de ambos ejemplificaron la renovación crítica de la museología latinoamericana.
Uno más de tantos encuentros que con Ticio se iniciaron cuando en 1987 tuve oportunidad de invitarlo al coloquio Modernidad y provincia, organizado por Reynaldo Ledgard y mi persona para la III Bienal de Trujillo. Un escenario ultraperiférico que por primera vez reunió a nombres generacionalmente tan marcantes como Ticio Escobar, Mirko Lauer, Gerardo Mosquera, Nelly Richard. También, con otro perfil cronológico, Juan Acha. Y, con otros perfiles teóricos, Bélgica Rodríguez y Galaor Carbonell (+). De singular importancia fue la confluencia adicional en ese contexto de artífices de países vecinos como los bolivianos Gastón Ugalde y Roberto Valcárcel, y los chilenos Juan Dávila, Eugenio Dittborn y Carlos Leppe, cuya presencia pude convocar en viajes preparatorios. (De esos contextos se exhibieron también obras de José Balmes y Gracias Barrios, provenientes de Santiago, y de Sol Mateo, provenientes de La Paz. Participaron además diez otros artífices extranjeros y unos setenta peruanos).
Se iniciaba así una intensidad sin precedentes de intercambios transfronterizos. Apenas un año después, aquel encuentro dio lugar a publicaciones compartidas y a las removedoras exposiciones de Dávila y Dittbon en Lima. Apenas el síntoma visible de articulaciones y transformaciones aún más complejas: en el nudo de la III Bienal de Trujillo se forjaron complicidades y fricciones múltiples, acaso decisivas para el derrotero futuro de ciertos quehaceres y reflexiones en nuestras varias escenas continentales. Tal vez sea ya tiempo de iniciar una revisión crítica de las consecuencias profundas de esa bienal y de aquel coloquio.
Mientras tanto, cabe el respiro de celebrar el sentido enorme que para nuestros pueblos implica el aporte de la desafiante trayectoria de Ticio Escobar al nuevo gobierno paraguayo. Un triunfo de la sociedad civil. Y de la permanente lucha cultural por el concepto pleno de ciudadanía.
(Gustavo Buntins)